Con el final publicado ayer, ya puedo hacer la recopilación y colgar el texto completo, por si alguien
lo quiere leer del tirón. Es un texto muy largo (más del doble que mi siguiente más extenso), pero ya más de una persona me ha comunicado que prefiere disfrutarlo de esta manera.
Os recomiendo concienzudamente que lo leáis con la lista de música preparada para la ocasión. El relato se escribió con ella siempre presente, y creo que la atmósfera que quería mostrar está muy bien contenida en las letras y la música de Waits.
Y nada más. Este ha sido un viaje agotador y ahora toca desintoxicarse. Si os ha gustado, compartidlo con vuestros allegados. Si lo habéis detestado, hacedlo con vuestros enemigos, que, como mosca cojonera, Frank no tiene parangón.
Y gracias por dejarme compartir las copas con vosotros.
— PIGS —
I - Cóctel de bienvenida
Justo antes de llegar al
polígono industrial, alejado de las calles del centro, se esconde un viejo
local, cloaca de encuentro para solitarios tristones, aventureros en busca de
la última. “Bienvenidos al mayor tópico de la ciudad”, parecen gritar sus
puertas, olvidada madera carcomida donde se amontonan termitas en tedioso
banquete. Por aquí ya no pasean ni las prostitutas y los policías hace tiempo
que dejaron de fardar de neones parpadeantes. Solamente tienen que fijarse en
el cartel colgando del tejadillo, una botella medio vacía, para hacerse una
idea del tipo de gente que van a encontrarse si se aventuran a pasar. Es
atravesar el umbral y golpearte un tufo dulzón, olor a vómito y pesimismo. Cada
vez que inunda mis fosas nasales me pregunto por qué demonios sigo viniendo a
trabajar a este decadente lugar.
Pero no es mi intención
disuadirles. ¿Me acompañan a su mesa?
Por fin. Después de casi 18.000 palabras y casi tres meses de darle vueltas, hoy el bar echa el cierre.
Ha sido una borrachera con idas y venidas, discusiones y abrazos, verdades y secretos. Y sobre todo muchos dolores de cabeza para el que suscribe. Tras poner el punto y final, sigo pensando que ha quedado más un experimento que un relato, y que la intención se mantiene intacta, pues siempre ha sido saber hasta que punto una conversación que intenta ser realista, puede ser a la vez suficientemente literaria. Qué lo haya conseguido o no es lo que los lectores tendréis que valorar.
Quiero desde aquí agradecer con entusiasmo a los que habéis seguido hasta el final el periplo de estos cerdos de botella y cigarro. Espero que os hayáis encariñado, aunque sea un poquito, con el singular Frank, que el tipo ya está pidiendo incluso tener sección propia, no soporta el hecho de dejar de ser el protagonista. Si me descuido hasta me cambia el nombre del blog. Tiempo al tiempo.
Como siempre, recomiendo leerlo escuchando de fondo la Playlist musical: Tom Waits for PIGS
Para los vagos como yo, unos ejemplos aparte (están todos en la playlist):
Y, como nota final, comentar que al final del texto hay otra canción que, sorpresa, no tiene nada que ver con Waits, así no acusáis al texto de falta de variedad...
Sin más retraso, os dejo con la última canción de Frank Wild (al menos por el momento). Él me asegura que es la mejor de su repertorio. Juzguen ustedes mismos.
PIGS.
VII – La última
Ya hace un buen rato que
mi amiga, la bañista del reloj de pared, ha paseado los brazos por el lado este
de la esfera, desvelando que, inevitablemente, la noche toca a su fin y ya no queda
mucho que contar.
Si hasta hace bien poco
los sonidos se mezclaban en una singular melodía, ahora la estancia se ha
quedado muda, la algarabía es sólo un recuerdo y cualquier estridencia resuena
indiscreta por todo el local. Incluso los bichos parecen haberse ido a dormir,
dejando el lavabo callado como una tumba.
Son estas horas, íntimas
y melancólicas, las que compartiremos unos pocos privilegiados en este fin de
fiesta, más ahora que el resto de clientes se ha marchado, que no importa cuán
baratas sean las bebidas, llega un momento que no entra nada más por el buche.
Aunque para Frank y compañía no parece aplicarse esa máxima, y el licor sigue
entrando en la mesa como si aquello fuera la cinta transportadora de un
aeropuerto. Pero, a parte de su frenesí, lo cierto es que todo apunta a que va
a ser un cierre tranquilo y no van a tener que preocuparse por invitados
inesperados ni aguafiestas vestidos de uniforme.
Antes de nada, disculpad el retraso, estos días apenas encuentro hueco para hacer las revisiones y por eso ser retrasan las entregas. Pero, por fin, aquí llega el 6º capítulo de nuestros queridos cerdos. A falta de un episodio, Frank nos
desaconcertará con un rocambolesco análisis de los deseos más primarios. Sexo, cine y algún que otro reproche se dan la mano en esta antesala del gran final.
¿Hace otra copa?
Nota: En el texto hay 'spoilers' de la película Cinema Paradiso. El que avisa no es traidor.
Como siempre, recomiendo leerlo escuchando de fondo la Playlist musical: Tom Waits for PIGS
Aquí un par de ejemplos:
PIGS
VI – Cogorza
Hay horas en la noche en
que todo parece tener una cadencia muy particular. Desde hace un rato, el
cantar de las chicharras lleva colándose desde la puerta del baño, un vibrato
en compás uniforme que resuena cada vez que alguien se levanta a cambiarle el
agua al canario. Tras la barra, en un descanso de mi labor de comentarista, me
entretengo observando el decrépito reloj de pared que se eleva sobre la
estantería de las bebidas. En una imagen que ya ha empezado a olvidar el color,
una joven anuncia una importante marca de refrescos en pose seductora. Además
de la encantadora sonrisa, únicamente lleva puesto un bañador estilo marinero,
de los de hasta las rodillas, el típico que seguro ponía a tono a nuestros
abuelos. Si se fijan más en detalle, descubrirán a la pizpireta muchacha guiñándonos
un ojo de pestañas sombreadas, al tiempo que mueve su brazo que hace las veces
de minutero. Y así, ensimismado en las curvas que asoman en las caderas de la
‘pin-up’, voy, poco a poco, dejándome mecer por el vaivén de los diferentes
sonidos. Al ritmo del ‘cri-cri’ de los divos insectos, el repicar de la
peculiar aguja juega a acompasarse con el murmullo de las escasas
conversaciones que aún nos acompañan; una tos seca por años de vicio que se
adelanta al ‘chin chin’ de algunas copas incansables; un hilo musical casi
imperceptible tratando de hacerse notar con un aullido de saxofón in crescendo.
Y como escenario, una espesa cortina onírica, humo de hilos danzantes que
juegan a inventar sombras chinescas, ocultando con sus formas algún que otro
labio que se muerde con remordimiento, dudando si lanzarse a entonar sus
penurias en una melodía. Viajando a lomos de la niebla, los “Mi jefe es un
capullo”, “Mi mujer me engaña”, y los “Todo es una mierda” se mezclan en esta
sinfonía imperfecta, una que edulcorada con unas cuantas copas de más, bien
podría ser una canción de Frank.
En definitiva, todos los
instrumentos en posición esperando al hombre orquesta, a que la última
partitura dé comienzo.
Os dejo el 5º capítulo de esta etílica divagación. Hoy nos preguntamos que significa realmente una canción. Una pequeña transición para la traca que tiene Frank preparada para los últimos dos capítulos. Espero que lo disfrutéis.
Pasan de largo las dos
de la mañana. Dicen los cuentos que a las niñas buenas hace rato que se les
convirtió la carroza en calabaza y las malas están en otro lugar mucho más
divertido que éste. Y, sin embargo, aquí siguen ustedes, morbosos buitres
planeando alrededor de estos moribundos, tratando de averiguar cuan bajo puede
caer un hombre cuando se le condimenta la lengua con alcohol.
Coincido con ustedes en
que es un espectáculo delicioso.
También os dejo con la playlist de la música de Tom Waits seleccionada para esta historia, y os saco un tema a los perezosos que no os apetece entrar en la lista.
Gracias por seguir este experimento. Sentíos libres de criticar lo que veaís, si se os hace pesado incluso, pues una de las funciones de este experimento es ver hasta que punto puedo abusar de los diálogos sin llegar a hartar.
Gracias por el apoyo.
PIGS
IV – Juegos de beber
“El show debe continuar”
cantaba Mercury ante un estadio de Wembley entregado. Y esa ha sido siempre la
máxima de Frank desde que lo conozco. Habitualmente no sabes donde empieza el
personaje y donde continúa con el siguiente. De la persona, ni rastro.
Con un pelín de retaso os dejo el capítulo tres de Pigs, dónde ya nos ponemos a hablar, que es de lo
que va este experimento.
Os dejo el enlace de los dos primeros capítulos por si no los habéis leído: PIGS. Capítulos I y II
También os vuelvo a poner el enlace a la playlist de youtube creada especialmente para el relato con las canciones de Tom Waits: Playlist PIGS
Y este par de temas de ejemplo:
Y un apunte, hay una canción en el texto que está en inglés. No me ha parecido ponerla en el texto en castellano, ya que la rima y el tempo están pensados para ser cantadas en ese idioma. Sí queréis ver la traducción al español, sólo pinchad en la letra y os enlazará con otra página dónde he colgado las dos versiones.
Espero que disfrutéis del capítulo y comentad lo que os guste y lo que no. ¡Pronto seguiré con las andanzas de Frank!
III – Ronda de chupitos
Decía mi madre que la
vergüenza hay que dejarla para los muertos, y que la vida está para comérsela a
dentelladas. No puedo decir que me aplicase el cuento a rajatabla, a la vista
está, pero al menos tengo a Frank para demostrarme cada día que mi progenitora no
andaba desencaminada.
Porque, como habrán
podido apreciar, los rostros estupefactos de esos dos ante la eufórica entrada
del músico, no han impedido que éste se haya sentado a la mesa con ellos. Con
la silla volteada y la expresión de un niño que espera los regalos de navidad, agita
nervioso el pie, deseando que empiece la fiesta.
— ¿A qué vienen esas caras, compadres? La
noche es joven y el local invita a otra ronda.
Los hombres permanecen
aún desconcertados por la esperpéntica escena, pero ninguno parece atreverse a
mandar a paseo a su nuevo anfitrión. El que está a la izquierda de Frank, un
tipo delgado y alrededor de la cuarentena, se ajusta las gafas al tiempo que se
atusa la canosa perilla visiblemente incómodo. El otro, en cambio, se diría
algo enfadado ante la intrusión.
— ¿Y tú quién eres? ¿El dueño? — le
increpa.
— Qué dios me libre. — contesta Frank con
sorna mostrando unos piños amarillentos — Digamos que tengo un acuerdo con la
casa. ¡Pidan, pidan, no se queden con las ganas!
Por fin, tras muchas vueltas y noches en blanco, empiezo hoy a publicar un nuevo experimento. Se trata de Pigs, una especie de borrachera de diálogos entre perdedores de barra, cutres filósofos de copa y cigarro. Creo que más que nunca esta historia es más experimento que relato, pues mi intención ha sido jugar con los diálogos y llevarlos al límite. He tratado de hacerlos lo más realistas posible, que sean todo lo orgánicos que se pueda sin llegar a aburrir. Qué lo haya conseguido o no está por ver. Todo esto viene por que me suele molestar bastante el hecho de que muchos de los diálogos que leo están tan supeditados a la trama que me suenan totalmente impostados. Es decir, que veo que van directamente al meollo, al quid de la cuestión, y es algo que me ha parecido muy irreal. Pienso que en una conversación, para llegar a decir algo, primero divagamos hablando de banalidades, anécdotas y demás. Aquí he tratado de contar precisamente eso, los tópicos y chorradas que contamos entre amigos, especialmente si hay alcohol de por medio. Ojo, el título no engaña a nadie. Voy a hablar de cerdos, tipos con pocas luces que se calientan la lengua hablando de sexo y gustan de aparentar ser más hombres de lo que son realmente. Evidentemente, el pensamiento de los personajes no tiene que coincidir con el mío (que está mucho más en la línea del relato "Mi mejor amiga"). Únicamente trato de poner en relieve los tópicos que nos rodean, de los que en mayor o menor medida todos hemos sido testigos o participes Pero bueno, sin detenerme más en ese tema, únicamente añadir que la inspiración para el relato viene dada por la figura canallesca de Tom Waits, el artista de voz agrietada siempre pegado a un cigarro y un vaso de whisky. Es su presencia, turbia y exageradamente melancólica, la que da vida al personaje de Frank Wild (guiño a un alter ego del propio Waits en su disco "Frank Wild Years"), un cantante y pianista amante de las grandilocuencias y los discursos retóricos. Concretamente, la idea llegó de la mano de esta canción, Rain dogs:
Cómo quiero que conozcáis al genio de Waits, añado, para que os empapéis de su música, una playlist de youtube, confeccionada especialmente para esta historia: Playilist- Tom Waits for Pigs
Y no olvidéis comentar estos dos capítulos. En un par de días cuelgo el tercero.
PIGS I - Cóctel de bienvenida Justo antes de llegar al
polígono industrial, alejado de las calles del centro, se esconde un viejo
local, cloaca de encuentro para solitarios tristones, aventureros en busca de
la última. “Bienvenidos al mayor tópico de la ciudad”, parecen gritar sus
puertas, olvidada madera carcomida donde se amontonan termitas en tedioso
banquete. Por aquí ya no pasean ni las prostitutas y los policías hace tiempo
que dejaron de fardar de neones parpadeantes. Solamente tienen que fijarse en
el cartel colgando del tejadillo, una botella medio vacía, para hacerse una
idea del tipo de gente que van a encontrarse si se aventuran a pasar. Es
atravesar el umbral y golpearte un tufo dulzón, olor a vómito y pesimismo. Cada
vez que inunda mis fosas nasales me pregunto por qué demonios sigo viniendo a
trabajar a este decadente lugar.
Pero no es mi intención
disuadirles. ¿Me acompañan a su mesa?
Hoy os traigo otro cuento corto (600 palabras) de los que tanto me cuestan (eso de racanear palabras de verdad que me duele). Es un cuento para el certamen de "El marciano" del Círculo de Escritores.
Lo escribí pensando en esta canción de James Taylor, que es muy blandita, pero, que queréis que os diga, a mi me gusta.
LA BALADA DEL COSMONAUTA
La arena del planeta empieza
a deslizarse como un día ventoso de playa. Las rojizas cordilleras casi parecen
estar bailando un mudo vals y la luz se esconde rauda en el horizonte. Pronto
no quedará más que oscuridad en el infinito desierto.
Como tus ojos, Tanya.
Justo en el momento en
que el último rayo abandona la superficie marciana, con ese último destello, casi
me parece tenerlos delante. El mismo fuego oculto bajo la tristeza más negra. “No
puedo estar con alguien como tú”, había sido tu respuesta.
«Base de Baikonur llamando
a transbordador.»
Decían en la academia
que el espacio era un lugar frío y solitario. Advertían que el miedo a no
regresar llegaba a ser paralizante. En cambio a mi, el estar observando esta
esfera vestida de arcilla durante horas, sólo me provoca una abrumadora tranquilidad.
Solías decir que esa
actitud me hacía parecer un marciano. ¡Qué apodo más irónico ha resultado ser!
Sentado en la cabina, suelo
escuchar los discos en inglés que tanto nos gustaban, mientras me dejo invadir
por la nostalgia. Al menos a millones de kilómetros de la Tierra aún podemos
escuchar a los capitalistas.
«Torre de control a Teniente
Bokurov, responda. »
Una suave y nasal voz resuena
desde el cuadro de mandos, mientras que, acompasados a la música, un par de
asteroides giran frente a la ventana, seduciéndose el uno al otro hasta su
inevitable destrucción. Qué suerte tienen de poder estar juntos hasta el final.
A nosotros se nos cruzó un brillante astro en la pista de baile.
Le llamaban Valentino
por su parecido con el actor y sus innegables capacidades de seducción. Era de
los que miraba por encima del hombro y se vanagloriaba de heroicas gestas, imposibles
de comprobar. A ti te encandiló bien pronto. “Un camarada de los de verdad”,
alardeabas al tiempo que me juzgabas condescendiente con tus ojos ya apagados. Pero
como no darte la razón si me importaba un comino en que país acabáramos si podía
tenerte.
Oí que os casasteis nada más terminar la academia.
«¡Bokurov, coja el maldito
comunicador! ¡Es capital que regrese, la patria necesita del transbordador!. »
Supongo que tendré que
contestar, será algo nuevo de su cansina e interminable guerra.
Ya hace trece años del
viaje con el que Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en órbita. Nos recuerdo,
dos niños ansiosos frente a la radio del Sr.Gusev para escuchar la hazaña. “Dicen
que esto acabará con la disputa”, te aseguré entonces. “Eres un niño muy raro”,
sonreíste con fulgor en los ojillos. Aquella noche prometimos que si Gagarin no
traía la paz de las estrellas lo haríamos nosotros.
«Aquí ‘el marciano’,
inicio protocolo»
Mientras comienzo a
reiniciar los paneles, me visualizo en mi papel al regresar a la Tierra. Otro
peón en un absurdo conflicto, patriota para mis camaradas y villano para los del
otro lado del océano. Y sin haber podido cumplir la promesa que nos hicimos.
Decepcionado, observo el
terroso planeta por última vez tratando de hallar la respuesta.
«Bokurov, cortando
comunicaciones. Ha sido un placer, camaradas.»
En este 22 de agosto de
1974, sin discernir entre día o noche que anotar en el diario, cambio el rumbo
de la nave y me dejo caer suavemente en dirección al planeta rojo.
El bufido de los motores
desperezándose me devuelve una euforia que ya no recordaba. Río como un loco sólo
con pensar en cómo van a enloquecer en Moscú.
En pocas horas le haré
por fin verdadera justicia al apodo que me pusiste.
A mi regreso seguro que
Valentino se va a morir de envidia.
Hará cosa de mes y medio publiqué en el blog un relato/canción basado en el "Riders on the storm" de los Doors. Ya entonces os conté que el germen de ello era un juego literario con mi amigo y maestro Ángel Zurdo, en el que uno proponía una canción y con ella escribíamos cada uno una historia.
Cómo en cualquier vinilo no puede haber una cara A sin la B, hoy os dejo con la visión que él tuvo de la magnífica composición del grupo liderado por Jim Morrison.
Al final, me queda la sensación de que, siendo muy diferentes entre sí, los dos relatos se complementan extrañamente, creando un disco del que me siento muy orgulloso. Mientras mi relato hablaba del hastío de las relaciones y la obsesión con recuperar el pasado, el de mi amigo, más complejo, nos cuenta una historia muy oscura, con historias que envuelven otras, pero que también nos habla de la obsesión como desencadenante de la trama.
Sin marearos más, os dejo con esta fantástica narración de Ángel, repleta de emociones duras e intensas al ritmo de la hipnótica canción. Os pido que no juzguéis a los personajes hasta no leer el texto completo, porque lo genial de este cuento es lo que a primera vista no se adivina.
A ver si Ángel se nos decide pronto a sacarse un blog, pues os aseguro que tiene muchísimas historias diferentes e interesantes que ofrecer.
Por supuesto, leedlo escuchando la canción de los Doors, así como la de King Crimson que también aparece en el cuento:
Gracias de nuevo Zurdo, por compartir tus escritos a través de mi página. Es un honor.
Killer on the road de Ángel Zurdo Jim era un tipo normal
que vivía con una familia normal en una casa normal de una ciudad normal.
Sin embargo, las tardes de tormenta... La primera vez ocurrió
de casualidad. Apenas sintió el primer trueno, salió corriendo, se
metió en su coche (un coche normal), giró la llave y pulsó el botón de
encendido del aparato de música. El mp3 estaba programado en el modo
aleatorio, de forma que no podía saber qué canción iba a sonar, pero allí estaban las primeras estrofas de una melodía amarga y premonitoria: Riders on the storm (1) There’s a killer on the road Su preferida.
Comenzó a circular sin
rumbo predeterminado bajo unas primeras gotas de lluvia que pronto se
transformaron en una cortina impenetrable a pesar de que el limpiaparabrisas se
afanaba en moverse a toda velocidad intentando hacer mínimamente visible la
carretera. Jim continuó su camino a través del gris marengo de la lluvia y las
nubes. Cada vez se hacían más frecuentes los relámpagos y los truenos, más cercanos también a aquellos con cada minuto; parecían incorporarse al ritmo
de la melodía. Conducía imprudentemente, incrementaba
irracionalmente la velocidad y su estado de agitación iba en aumento con cada
acorde natural y musical.
Dejo aquí un minirelato para el concurso "La imagen imposible I" de "El círculo de escritores" que finalmente ha quedado en tercer lugar.
Después de las nueve mil y pico palabras del dios del viento, no viene mal algo cortito para descongestionar.
En algún lugar Dejadme que os cuente que existe un pueblo oculto en un lugar del que nadie se acuerda.
Como una página perdida, como una botella con un mensaje que nunca llega, se esconde este pedazo de tierra pintada de casas magenta, donde los árboles dan sombra a la hora de la siesta y el mar es tan claro que los lenguados compiten en torneos de sombras chinescas.
«Dicen los que viven aquí, que no existe lugar más perfecto sobre la tierra.»
En esta villa no llegan cartas, y el cartero toma café con la florista de nueve a cinco. Los ancianos les van saludando al tiempo que corren la maratón y esquivan a los gatos que se juegan a la brisca a quién le toca asaltar la pescadería. En la acera de enfrente, el barrendero baila con su escoba e imagina que el auditorio se viene abajo de tanto aplauso. La corista, que lo admira en secreto, ya prepara un nuevo espectáculo, donde lo va a convertir en estrella. En el periódico local se rumorea que será el nuevo Pavarotti.
Mas no todo es tan idílico; como cualquier pueblo, tienen su alcalde. Pero al menos este es de los buenos, este sabe ilusionar a todos. Por eso es de derechas en invierno y de izquierdas en verano. Dicen que en los años bisiestos incluso le sale la vena nacionalista.
«Cuentan los que viven aquí, que nadie es más feliz en ningún otro lugar sobre la tierra.»
En la playa, los niños juegan desnudos, riendo sin hablar y cantando canciones. Al caer la noche, estudian el cosmos y disciernen sobre Nietzsche o Kant dependiendo si toca semana nihilista. Y se enamoran y se desenamoran y se vuelven a enamorar, y no les importa porque así se descubren cada vez.
Al volver, como cada madrugada, se encontrarán con la banda paseando por la calle principal, alegrando con los más bellos sonidos. Flautas y trombones finalizarán la fiesta tocando los himnos de todos los países, que no es bueno discriminar. El público eufórico bailará sobre fogatas improvisadas y beberán hasta que los besos huelan a vino con gaseosa.
«Juran los que viven aquí, que no podrían vivir en otro lugar sobre la tierra.»
Seguro que a estas alturas os estaréis preguntando cómo es que llegué hasta aquí. Me temo que no puedo contestaros. Los que me recibieron cuando quedé varado en la orilla lo hicieron con efusivos abrazos y tiernas palabras, pero mortuorio silencio cada vez que preguntaba por mi paradero.
Cien veces lo intenté y cien que recibí total indiferencia.
Pero eso no es lo importante. Lo que aquí os quiero contar es cómo he acabado odiando este lugar.
Cómo me estallan los oídos cada vez que escucho por enésima vez las celestiales melodías o cómo me dan ganas de arrancarme la lengua con las trascendentales conversaciones a primera hora de la mañana. Cómo no aguanto mirar esos cuerpos perfectos sin tela ni misterio. Lo monótono que resulta hacer el amor de día y de noche, y a media tarde si hace buen tiempo. Cuán agotador es enamorarse todo el día, desenamorarse y volverse a enamorar. Aquí incluso el enfadarse es considerado incitación al terrorismo y el llanto está perseguido por delito contra la seguridad.
A decir verdad, no me extraña que no quieran desvelar nada sobre la localización de este edén. Si alguien lo descubriese, seguro lo bombardeaba por el bien de la humanidad.
Yo no os pido tanto, me conformo con que me ayudéis. Por eso, desafiando las leyes de este lugar, publico aquí esta misiva desesperada: