miércoles, 18 de mayo de 2016

Relatos: PIGS. Capítulos I y II.

Por fin, tras muchas vueltas y noches en blanco, empiezo hoy a publicar un nuevo experimento. Se
trata de Pigs, una especie de borrachera de diálogos entre perdedores de barra, cutres filósofos de copa y cigarro.

 Creo que más que nunca esta historia es más experimento que relato, pues mi intención ha sido jugar con los diálogos y llevarlos al límite. He tratado de hacerlos lo más realistas posible, que sean todo lo orgánicos que se pueda sin llegar a aburrir. Qué lo haya conseguido o no está por ver.

Todo esto viene por que me suele molestar bastante el hecho de que muchos de los diálogos que leo están tan supeditados a la trama que me suenan totalmente impostados. Es decir, que veo que van directamente al meollo, al quid de la cuestión, y es algo que me ha parecido muy irreal. Pienso que en una conversación, para llegar a decir algo, primero divagamos hablando de banalidades, anécdotas y demás. Aquí he tratado de contar precisamente eso, los tópicos y chorradas que contamos entre amigos, especialmente si hay alcohol de por medio.

Ojo, el título no engaña a nadie. Voy a hablar de cerdos, tipos con pocas luces que se calientan la lengua hablando de sexo y gustan de aparentar ser más hombres de lo que son realmente.  Evidentemente, el pensamiento de los personajes  no tiene que coincidir con el mío (que está mucho más en la línea del relato "Mi mejor amiga"). Únicamente trato de poner en relieve los tópicos que nos rodean, de los que en mayor o menor medida todos hemos sido testigos o participes

Pero bueno, sin detenerme más en ese tema, únicamente añadir que la inspiración para el relato viene dada por la figura canallesca de Tom Waits, el artista de voz agrietada siempre pegado a un cigarro y un vaso de whisky. Es su presencia, turbia y exageradamente melancólica, la que da vida al personaje de Frank Wild (guiño a un alter ego del propio Waits en su disco "Frank Wild Years"), un cantante y pianista amante de las grandilocuencias y los discursos retóricos.

Concretamente, la idea llegó de la mano de esta canción, Rain dogs:








Cómo quiero que conozcáis al genio de Waits, añado, para que os empapéis de su música,  una playlist de youtube, confeccionada especialmente para esta historia: Playilist- Tom Waits for Pigs


Y no olvidéis comentar estos dos capítulos. En un par de días cuelgo el tercero.


PIGS
I - Cóctel de bienvenida
Justo antes de llegar al polígono industrial, alejado de las calles del centro, se esconde un viejo local, cloaca de encuentro para solitarios tristones, aventureros en busca de la última. “Bienvenidos al mayor tópico de la ciudad”, parecen gritar sus puertas, olvidada madera carcomida donde se amontonan termitas en tedioso banquete. Por aquí ya no pasean ni las prostitutas y los policías hace tiempo que dejaron de fardar de neones parpadeantes. Solamente tienen que fijarse en el cartel colgando del tejadillo, una botella medio vacía, para hacerse una idea del tipo de gente que van a encontrarse si se aventuran a pasar. Es atravesar el umbral y golpearte un tufo dulzón, olor a vómito y pesimismo. Cada vez que inunda mis fosas nasales me pregunto por qué demonios sigo viniendo a trabajar a este decadente lugar.
Pero no es mi intención disuadirles. ¿Me acompañan a su mesa?

Esta noche, como casi todas, Frank aporrea el piano con cierta desgana mientras tararea historias en las que siempre llueve, salpicadas todas ellas de borrachos buscavidas y mujeres que escapan en trenes con destino a ninguna parte. Igual las canta en inglés que en castellano que se arranca en un idioma que sólo él podría entender. Lo que es seguro es que cuando llegue al estribillo se vendrá arriba y nos deleitará con frases cargadas de filosofía barata, metafísica de sábanas empapadas en alcohol.
Les advierto que, si se toman muy en serio la letra, puede que vuelvan a casa con el estado de ánimo propio para no levantarse de la cama en una semana. Pero que quieren que les diga, este es justo la clase de veneno con el que medicamos aquí. Triste autocomplacencia lo llaman los estirados; nosotros, más sentimentales, lo bautizamos como la dulce ambrosía del fracaso. Un poco redundante, mas, que duda cabe, mucho más apetecible.

Volviendo a nuestra estrella; imagino que no se les ha escapado que el tipo es todo un personaje. Con su aspecto de bohemio de catálogo, sombrero de ala ancha y americana descosida, sólo le faltaba el nombre estrambótico que resaltase su excentricidad. Por si no fuera suficiente, desgarra las notas con unas cuerdas vocales arañadas por años de etílico elixir, haciéndole cumplir el arquetipo de cantautor de esos de bar de mala muerte, de empinar codos para olvidar faldas.
Pobre diablo, a veces me pregunto si aún sueña con grandes escenarios.

Pero discúlpenme tanto preámbulo, seguro que tienen ganas de sentarse. Su mesa reservada es la de aquella esquina. Les aviso que la luz está baja, apenas unas luciérnagas en cada lámpara, instrucción muy clara del dueño, que así da intimidad y los clientes se quedan un poco más. Y más valen diez whiskys que nueve. Además, creando atmósfera casi parece que Frank canta algo mejor, ¿no creen?

Un ligero adelanto: mientras les traigo sus bebidas, no dejen de prestar atención al otro extremo de la sala. Esta noche el espectáculo consiste en ofrecerles un pequeño agujero por el que echar un vistazo al patetismo que todos escondemos bajo elegante apariencia. Alejados lo más posible de los berridos de nuestro borracho pianista, observarán en la penumbra a dos hombres sentados, las cabezas gachas y la tercera copa a punto de abandonar el vaso. Si se fijan un poco más, comprobarán que no parecen divertirse como cualquier joven al que se le especia la bebida. Al menos, de vez en cuando empiezan a discutir, quizás para desperezarse un poco y distinguirse de las estatuas. Sin duda, los clientes ideales de cualquier antro, con la garganta caprichosa y ningún ligue que los saque de la dinámica de saciar el gaznate.  Antes de juzgarlos, piensen que podrían ser ustedes. Al acudir a este bar, apostaría que más de uno acabará en su misma situación. Pero, no se preocupen, hoy la historia va con ellos, pueden relajarse y emborracharse. Esta noche todos sus pecados serán un secreto bien guardado bajo llave.


II - Primera copa

Muchos de los clientes han empezado a marcharse. Que nuestro pianista se haya atrevido a cantar una especie de lacrimógeno vals, ha sido demasiado para sus oídos. Ni los irrisorios precios han conseguido contrarrestar tal tormento. Aun así, les pediría que aguantaran un rato más, no me gustaría que se fueran antes de que comience lo más interesante. Por eso, mientras se fragua la narrativa, y si me lo permiten, voy a volver a mis obligaciones tras el mostrador. Hay un protagonista que me solicita.

Frank bebe en la barra whisky del bueno, que para eso es el artista allí, y si no ya sabemos cómo se las gasta de genio. El aire decadente que aporta bien merece unos tragos a cuenta de la casa, o al menos así piensa él.
Me pide otro levantando un dedo, como si fuera un ‘gentleman’ de las películas.  No sé si se siente Bogart al principio de Casablanca, o si por el contrario ya es consciente de que la Bergman se ha marchado con otro.

— ¿Por qué bebemos hoy, Frank?— le pregunto.

— Por el hígado, que nos aguante otra noche.

— Vamos, hombre, que me vas a deprimir. ¿Tantas canciones y no tienes nada mejor por lo que brindar?

El tipo me mira con ojillos de gato, escrutando la pregunta como si se tratase de un desafío. Finalmente asiente cómplice.

— Tienes razón. Por eso dicen que los que estáis detrás de la barra sois más sabios que los filósofos. En Grecia te habrían hecho rey, chaval.

Sonrío agradecido. En realidad no he dicho una mierda, pero mi sentido común me dice que Frank no es el mejor tipo con el que discernir sobre Platón.

— Pues entonces brindo por… —se detiene un momento en busca de una idea— la globalización.

— ¿Y eso?

— Joder, porque si el mundo fuera igual que antes, no tendríamos en este sitio a una diosa como la ‘morilla’.

Miro de soslayo a la compañera al otro extremo de la barra. Ella, ajena a la lasciva mirada de mi partenaire, friega los vasos con energía.

— ¡Por ti, guapa!— grita alzando la copa en dirección a la chica

Zulema recibe el halago con una mueca forzada, sin tratar de disimular lo harta que esta de piropos regados de licor. Visiblemente enfadada, comienza a frotar con más virulencia, como si imaginase que el cristal se hubiese transformado en las arrugadas mejillas de Frank. Cualquier día de estos nos tenemos que llevar al tipo con una brecha en la cabeza.

Aunque, para ser justo con el cantante, hay que reconocer que la muchacha, de piel café y labios menudos, es una belleza de las que cuesta no admirar.
Para que se hagan una idea, cada vez que emerge de entre las brumas (la ley antitabaco nunca traspasó nuestras puertas), el cabello siempre atado en la coleta y la raya azul rodeando unos negrísimos peñascos de carbón, tienes la sensación, tonta e infantil, de haber sido transportado al final de un sueño, ese con el que te quieres quedar cinco minutos más durmiendo. Y claro, de tanta emoción, hay días que uno se queda agilipollado, con una sonrisa bobalicona dibujada en la cara, da igual que la suya muestre su habitual expresión a cara de perro.
Porque no me negaran que la chica es de las que, hasta vestida con nuestro ridículo delantal lleno de manchas, brillaría en cualquier lugar.

Y qué decir de su cuerpo que no hayan susurrado tantos tras un par de cervezas. Seguro que alguno de ustedes ya se ha quedado prendado de esas caderas que son como una carretera de esas antiguas, de las que marean. Casi todos los perdedores que vienen cada noche ansían conducir por ella y más de uno lo ha intentado sin éxito. Frank no es una excepción. Otro fracaso para hacer una canción.

­— Bendita inspiración la niña. — afirma tajante sacándome de la ensoñación.

— ¿Mascullando un nuevo tema, Frank?

— Cada minuto, chico, cada minuto.

En su respuesta creo intuir un resquicio de cansancio. Sería muy cruel recordarle que lleva años cantando lo mismo.

— ¿Otra ronda?— le ofrezco tratando de volver a animarle.

— Ya estás tardando.

Durante unos minutos, degusta en silencio un trago de su escocés preferido, quién sabe si lamentándose de su monótona existencia o perpetrando un nuevo movimiento hacia la camarera. Mientras que su mirada vagabundea por la estancia, recae en algo que le llama la atención lo suficiente para soltar el vaso por un momento.

— ­¿Cuál es la historia de esos dos, Mateo?- me pregunta intentando disimular su curiosidad.

No se sorprendan de lo rápido que ha picado. Era de esperar, siempre anda buscando algún despistado al que calentar la oreja.  Den las gracias de que no se haya fijado en alguno de ustedes.

— No sé, Frank. Pero me apuesto lo que quieras a que es algo gordo. – le digo haciéndome el interesante.

El cantante frunce el ceño y se levanta de la barra con inusitada energía. Definitivamente le han intrigado los dos tipos con cara de funeral. No le vendría mal algo de cotilleo antes de irse a la cama.

Cuando llega a la altura de sus nuevos anfitriones, abre exageradamente los brazos y les regala la mejor de sus sonrisas.

— ¡No se preocupen, amigos! ¡Aquí está el tío Frank para alegrarles la noche!

(Continúa...)

18 comentarios:

  1. En cuanto se empieza a leer tu relato, se da uno cuenta de lo que te gusta el cine. Me imagino el tugurio visto a través del filtro de una cámara en blanco y negro que tan bien sabían captar la atmósfera de los locales decadentes envueltos en la niebla del humo de los cigarrillos. Has conseguido engancharme a pesar de no haber ocurrido nada todavía. Como a Frank, me pica la curiosidad por saber lo que se traen entre manos esos dos y me has dejado con las ganas de seguir leyendo. Felicidades, Alejandro, y a por el tercer capítulo. Un beso

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    1. Qué gracioso que comentes eso, pues una de mis influencias es una película llamada "Coffee & Cigarretes", en la que, mediante historias cortas, se presentan conversaciones ente dos o tres personajes en una cafetería. De hecho, una de ellas tiene de protagonistas al mismo Waits y a Iggy Pop.
      Y sobre lo que se traen entre manos... no esperes tampoco ningún misterio, pues sólo quería ponerlos a hablar y a hablar, y a hablar...
      Gracias por tu apoyo y tus comentarios, Ana.

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  2. Aquí, nuestro amigo Alejandro nos vuelve a deleitar con una más de las impagables muestras de su genio, de esas de las que todos, estoy seguro, aprendemos algo. Por de pronto, esa forma de meternos en la historia como si fuéramos invitados a la misma, con el narrador dirigiéndose a nosotros, da cuenta de ese genio del que hablo. Nos introducimos en la escena, formamos parte de ella y visualizamos lo descrito a la perfección. En algunos momentos hasta nos sentimos aludidos, como cuando nos haces el guiño referente a la chica.
    ¿Un experimento dices? Pues ya quisiera yo escribir experimentos así Alejandro. El lenguaje que usas, las descripciones, el ritmo de la narración, el ambiente… todo en su justa y perfecta medida. Ana lo ha explicado muy bien. Como ella dice, sin contarnos nada, nos has puesto la miel en los labios, enganchándonos irremediablemente al próximo capítulo.
    Excelente compañero
    Hasta la próxima, un abrazo

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    1. Muchas gracias Isidoro, me honran tus palabras. Sobre lo de experimento, creo que estos dos son los capítulos convencionales. A partir de aquí, trataré de exprimir al máximo vuestra paciencia con la prometida borrachera de diálogos. Espero que te gusten los siguientes capítulos, bastante diferentes. Un abrazo, compañero.

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  3. ¿Que decirte, Ale, que no hayan expresado perfectamente Ana e Isidoro? Yo me he quedado conmocionado. Has cogido la piqueta y has derribado la cuarta pared con tal maestría que no es que el relato me haya enganchado, es que no sentía que fuera un relato sino una vivencia presente, como pasa cuando te enganchas con una película. Me gusta la gente que no se conforma con lo anterior y a la que ves crecer en cada relato y tu no me defraudas nunca. Gracias por tus lecciones, maestro.

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    1. Muchas gracias Rafa. Tus palabras siempre son un aliento para seguir en la brecha. Me agrada mucho que digas lo de no conformarse, porque es precisamente lo que pretendía, llevar al límite, experimentar y no hacer lo mismo. Ya verás en los siguientes capítulos que la narrativa varía bastante. Y creo que no va a gustar tanto como estos dos primeros capítulos, pero no puedo evitar el probar hasta que punto funciona la propuesta.
      Y de maestro nada. Ya sabes que tu nivel está como mínimo a la par, si no superior al mío. Un abrazo.

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  4. Me encanta cómo me atrapas en tus relatos en cuanto empiezo a leerlos, pero, además, en éste, me hablas a mi, estoy dentro de él. Me he quedado tiradísima cuando ha terminado el capítulo. Quiero más. AMR

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    1. Me alegra que te gustara. La idea es esa, ver desde una posición privilegiada las miserias de estos tres. Gracias por el comentario.

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  5. Alejandro, con la pluma eres más grande que aquel macedonio con la espada. Coincido plenamente con el comentario de "rafa codes", sin embargo mi entusiasmo va más allá. No solo parecen vivencias sino que, desde el prefacio, cada metáfora o comparación exquisita, cada intertexto y cada interaudio están redactados en PROSA POÉTICA. Me has "ejecutado" al disparar a la cabeza, mi mente vuela y canta; canta loca, canta alienada. Pero el loco eres tú, jajaja. Te envío un correo, un abrazo, Carlos.

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    1. Gracias infinitas, compañero. Dices muchas cosas muy halagadoras, aunque me considero muy lejos de esa prosa poética que me otorgas. Más aún en este escrito dónde sólo pretendo mostrar las miserias de unos tipos cargados de prejuicios.
      Mas te agradezco y te alabo tu comentario. Hablas de metáforas y me encuentro con las maravillosas tuyas, que me traes a Alejandro el Grande a tu comentario. Que grande eres, compañero. Mil gracias. Te devolví el correo ;)

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  6. De mayor quiero escribir como tú.
    Ya experimento el mundo en el que te apetece sumergirnos buscando desesperadamente el error, pero no lo encuentro, esto, no dice mucho de mí...
    Creo que me he vuelto uno más de la cuadrilla, en la barra del bar, bebido y soltando grandilocuencias sin demasiado sentido.
    Es un verdadero placer emborracharse de tus letras.
    ¡Abrazo, Alejandro!

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    1. Gracias Edgar, pero tú ya tienes tu estilo magnífico (y a veces terrorífico, jeje), y además tienes la constancia de la que yo carezco. Pero me alegro enormemente que te hayas pasado a tomarte una con nosotros. ¡Quédate hasta el final! Quién sabe, a lo mejor hay una ronda gratis...
      ¡Abrazo, Edgar!

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  7. Para empezar, estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas en la introducción, muchos diálogos suenan impostados por un lado por la falta de naturalidad con la que se construyen, y por otro porque, como dices, van demasiado directos al meollo de la cuestión sin un preámbulo. Es cierto que dependiendo de la historia, perderse en demasiadas disquisiciones también puede ser contraproducente. Por eso construir buenos diálogos es algo que pocos escritores hacen. Siempre he dicho, y te lo he comentado más de una vez, que los diálogos son tu especialidad, así que este relato promete. De momento perfectos, como siempre. Pero además nos brindas una narrativa exquisita, y nos introduces a la perfección en ese oscuro ambiente de taberna como si estuviésemos tomándonos unas cervezas en el tugurio. Destacar, como comenta Isidoro, la forma en la que te diriges al lector, lo que crea cierta complicidad entre el narrador y éste. Por cierto, igual voy demasiado lejos pero algunos aspectos de la personalidad de Frank me recuerdan a cierto personajillo engreído que pulula por TR, supongo que son imaginaciones mías. Sacaré tiempo para leerme los otros dos capítulos, llevo una semana laboral muy complicada y tengo un montón de lecturas atrasadas. Un placer leerte Alejandro. Un abrazo.

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    1. Gracias, Jorge. Estoy de acuerdo contigo en todo, y sé que muchos diálogos igual pueden ser un añadido que un peso muerto en un relato. Por eso, con este relato me proponía ver hasta dónde podía estirar ese chicle. Es muy posible que tras siete capítulos quede la sensación de que me he pasado, pero mi intención siempre fue ir hasta el límite, para aprender de los errores y de los aciertos.
      De lo de TR, a decir verdad yo suelo estar muy en la inopia. He notado que hay ciertos malos rollos, pero no tengo muy claro quienes son los responsables, así que Frank poco tiene que ver con eso. Más bien lo imagino como un alter ego de Waits, con personalidad a caballo entre cuentacuentos y sabio gurú regado por el alcohol.
      Mucho ánimo con el curro, créeme que te entiendo.
      Un placer verte por aquí, amigo. Un abrazo.

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  8. ¡Saludos Alejandro! No te falta razón cuando hablas de la necesidad de dotar a los diálogos del mayor realismo posible, bien con las palabras que se dicen, o incluso describiendo gestos o reacciones complementarios. Como menciona Jorge, unas veces el efecto puede ser bueno y otras...quizás contrario al deseado, pero por encima de eso, está el hecho de que los diálogos de un texto han de ser trabajados con paciencia y dedicación.

    Sobre los capítulos en sí, se me vienen dos cosas a la mente. Por un lado, la sensación de estar formando parte de ese paseo por el tugurio, efecto que siempre he disfrutado de Scorsese en "Uno de los nuestros", cuando te presenta a los personajes al principio de un modo que pareces estar con ellos. Por otro lado recordé el libro "Disparen sobre el pianista" de David Goodis, ya que el protagonista tocaba en un antro no muy diferente de ese, y Frank parece una versión de aquel tipo aunque algo más quemado de todo.

    ¡Un saludo y sigue así!

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    1. Gracias José. No conozco la novela, pero ya me la estoy apuntando. La película en cambio sí que la tengo vista, aunque no recuerdo completamente el principio, tendré que revisarla.
      Sobre los diálogos, es un tema espinoso y da para debate. Pero eso era justo lo que pretendía con esta historia, descubrir hasta que punto se puede tirar de diálogo sin llegar a hartar. Y estoy seguro que en PIGS llega un momento en que eso va a pasar. La cuestión es cuando. Ahí veo lo interesante.
      Un gran abrazo, José. Te debo una visita.

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  9. Alejandro pocas veces he visitado tugurios . Recuerdo cuando era joven alguno que otro visité. Hoy en día ya no se si habrá muchos pero en esta historia me has metido en uno sin quererlo. Las historias que nos vas a contar en las siguientes capítulos me llenan de intriga y por supuesto hiremos a tomar unas copas sin beber en las próximas entregas. Una brazo

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    1. Muchas gracias por la visita María. Yo tampoco he visitado prácticamente ninguno, de ahí a que este tenga mucho de idealización cinematográfica. De hecho, si el texto fuera realista, a Frank lo habrían mandado a paseo desde el minuto uno.
      Te reservo otra copa en el siguiente capítulo. Un abrazo.

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