domingo, 10 de abril de 2016

Minirelato: LA BALADA DEL COSMONAUTA

Hoy os traigo otro cuento corto (600 palabras) de los que tanto me cuestan (eso de racanear palabras de verdad que me duele). Es un cuento para el certamen de "El marciano" del Círculo de Escritores.

Lo escribí pensando en esta canción de James Taylor, que es muy blandita, pero, que queréis que os diga, a mi me gusta.

 







LA BALADA DEL COSMONAUTA

La arena del planeta empieza a deslizarse como un día ventoso de playa. Las rojizas cordilleras casi parecen estar bailando un mudo vals y la luz se esconde rauda en el horizonte. Pronto no quedará más que oscuridad en el infinito desierto.

Como tus ojos, Tanya.

Justo en el momento en que el último rayo abandona la superficie marciana, con ese último destello, casi me parece tenerlos delante. El mismo fuego oculto bajo la tristeza más negra. “No puedo estar con alguien como tú”, había sido tu respuesta.

«Base de Baikonur llamando a transbordador.»

Decían en la academia que el espacio era un lugar frío y solitario. Advertían que el miedo a no regresar llegaba a ser paralizante. En cambio a mi, el estar observando esta esfera vestida de arcilla durante horas, sólo me provoca una abrumadora tranquilidad.
Solías decir que esa actitud me hacía parecer un marciano. ¡Qué apodo más irónico ha resultado ser!

Sentado en la cabina, suelo escuchar los discos en inglés que tanto nos gustaban, mientras me dejo invadir por la nostalgia. Al menos a millones de kilómetros de la Tierra aún podemos escuchar a los capitalistas.

«Torre de control a Teniente Bokurov, responda. »

Una suave y nasal voz resuena desde el cuadro de mandos, mientras que, acompasados a la música, un par de asteroides giran frente a la ventana, seduciéndose el uno al otro hasta su inevitable destrucción. Qué suerte tienen de poder estar juntos hasta el final. A nosotros se nos cruzó un brillante astro en la pista de baile.

Le llamaban Valentino por su parecido con el actor y sus innegables capacidades de seducción. Era de los que miraba por encima del hombro y se vanagloriaba de heroicas gestas, imposibles de comprobar. A ti te encandiló bien pronto. “Un camarada de los de verdad”, alardeabas al tiempo que me juzgabas condescendiente con tus ojos ya apagados. Pero como no darte la razón si me importaba un comino en que país acabáramos si podía tenerte.

Oí que os casasteis nada más terminar la academia.

«¡Bokurov, coja el maldito comunicador! ¡Es capital que regrese, la patria necesita del transbordador!. »

Supongo que tendré que contestar, será algo nuevo de su cansina e interminable guerra.
Ya hace trece años del viaje con el que Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en órbita. Nos recuerdo, dos niños ansiosos frente a la radio del Sr.Gusev para escuchar la hazaña. “Dicen que esto acabará con la disputa”, te aseguré entonces. “Eres un niño muy raro”, sonreíste con fulgor en los ojillos. Aquella noche prometimos que si Gagarin no traía la paz de las estrellas lo haríamos nosotros.   

«Aquí ‘el marciano’, inicio protocolo»

Mientras comienzo a reiniciar los paneles, me visualizo en mi papel al regresar a la Tierra. Otro peón en un absurdo conflicto, patriota para mis camaradas y villano para los del otro lado del océano. Y sin haber podido cumplir la promesa que nos hicimos.

Decepcionado, observo el terroso planeta por última vez tratando de hallar la respuesta.

«Bokurov, cortando comunicaciones. Ha sido un placer, camaradas.»

En este 22 de agosto de 1974, sin discernir entre día o noche que anotar en el diario, cambio el rumbo de la nave y me dejo caer suavemente en dirección al planeta rojo.

El bufido de los motores desperezándose me devuelve una euforia que ya no recordaba. Río como un loco sólo con pensar en cómo van a enloquecer en Moscú.

En pocas horas le haré por fin verdadera justicia al apodo que me pusiste.

A mi regreso seguro que Valentino se va a morir de envidia.