lunes, 28 de diciembre de 2015

Colaboraciones: La felicidad, la foto, El Culebras, el convertible... de Ángel Zurdo

Quién tiene un amigo tiene un tesoro. O al menos eso dicen. También dicen que únicamente se pueden tener un puñado, que muchos sólo se tienen colegas. Así que cuando Roberto Carlos cantaba aquello de "yo quiero tener un millón de amigos", en el fondo debia estar más solo que la una (esto podríamos aplicarlo también a los que tienen mil y pico amistades en las redes sociales).

Sin querer separarme de ese tema, y aunque suene a topicazo, es cierto que la vida te coje muchas curvas cerradas que te llevan a caminos que nunca imaginarías. Así he acabado yo siendo funcionario en la Agencia Tributaria y conociendo a un tipo como Ángel Zurdo, un  chaval en el cuerpo de un adulto, de pies veloces e imaginación que rompe las paredes. Y eso que empezó siendo mi jefe y como que imponía. Tal dominio de las nóminas y la productividad (creedme, es un mundo), me hacían verlo como una especie de John Nash de las retribuciones administrativas. Lo que no podía esperar es que detrás del profesional se escondiera alguien con quien compartía muchas formas de ver las cosas y que se convertiría en el acicate que yo necesitaba para sentarme de nuevo a escribir. Además, a parte de los relatos personales que hemos escrito cada uno, hemos abordado más de un proyecto literario juntos, y disfrutado de alguna que otra "broma", como el divertido cuento que os traigo hoy en el que se ha inspirado en una foto del facebook en que mi pareja y yo, en medio de una boda, habíamos perdido ya el sentído del ridículo...

Así que nada, que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Yo tengo unos cuantos rubíes y otros tantos diamantes. Este cabroncete es uno de ellos.
Disfrutad con la vida que nos ha inventado.

La Felicidad, la foto, el Culebras, el convertible…
Por Ángel Zurdo
A Raquel y Alejandro. 

Vaquero en “El Hormiguero”: “la felicidad es levantarse a hacer un pis a mitad de la noche, mirar el  despertador y comprobar que aún te quedan cuatro horas ¡Sí Señor! ¡Qué felicidad!” 

Ya está aquí la felicidad. Me levanto y, con los ojos cerrados, voy al servicio. De niño, cuando me iba a la cama, me daba miedo cerrarlos, me habían dicho que si me moría después de haber sido malo, aunque solo fuera por haber tenido un pensamiento impuro, iría al infierno. Y yo era muy malo (por lo menos “muy impuro” y no solo de pensamiento, otro día les hablo de mi amiga Fifi) por lo que me quedaba un buen rato con los ellos bien abiertos hasta que el sueño vencía al diablo. Ahora en cambio me da miedo abrirlos en mitad de la noche, no vaya a ser que luego no pueda volver a cerrarlos. Así que tratando de mantener lacrado el sueño con mis párpados, regreso y, a ciegas, me meto nuevamente en la cama. Finalmente Vaquero se transforma en un pequeño diablo que cala en mi cabeza y no para hasta lograr que yo mire la hora: las 4:33 anuncia Roxanne (le doy ese nombre porque a mi despertador le ocurre como la heroína de Police, la luz roja es su seña identificativa).

jueves, 3 de diciembre de 2015

Acordes: "Boys are back in town" de Thin Lizzy

Thin Lizzy
De nuevo resurgiendo de entre los muertos, vuelvo a hacer una aparición por este casi abandonado espacio. No voy a poner excusas y lamentaciones, que para eso se inventaron ya el facebook y los rellanos de la escalera. Sólo comentaré que con esta entrada pretendo reformular una sección que sí que estaba completamente desahuciada.
Cuando empecé el Blog, todo eran expectativas, y la idea de tener varias secciones además de los relatos, se me antojaba asumible. Un año después, y tras publicar solamente un puñado de entradas de cine y música, ambos apartados han quedado en el olvido.
Pero lo cierto es que estas dos aficiones siguen siendo mi mayor fuente de ideas a la hora de escribir. Concretamente, la música resulta especialmente inspiradora cuando me encuentro con los (habituales) periodos de musas perdidas. Por eso, me propongo (a mi ritmo lento habitual, no os creáis) ir colocando en esta sección esos relatos que, de alguna manera, están a caballo entre lo que es un relato y lo que es una canción.

Brevemente os cuento un poco el génesis de esta reformulación. Y es que, desde hace un tiempo, tengo un "juego" con mi amigo, Ángel Zurdo (del que os colgaré próximamente un divertido relato en el que se 'mete' con el que os escribe), en el que uno propone una canción y los dos escribimos lo que nos inspira. Hasta ahora han caído "A horse with no name" y "Riders on the storm". El relato que os traigo hoy es una 'evolución' de ese juego, más libre, sin que ninguno imponga una canción y que, además, lanzamos como reto al resto de escritores de la Agencia Tributaria (con algunos resultados muy interesantes). Espero que disfrutéis de este experimento.

*Nota: Al estar tan intrínsecamente relacionado con la canción "Boys are back in town" (Thin Lizzy, 1976), y en las sensaciones que al escucharla me transmite, os pediría que tratarais de leerlo escuchando la música. Tenéis el vídeo bajo estas líneas.



The boys are back in town  

Hoy me parece oír la música que invita a volver a casa,
época de acordes simples y melodías pegadizas.
Quizás es que ha pasado demasiado desde que nos saltábamos la clase.
El instituto acabó hace ya cien años,
pero hoy juraría que se vuelve a escuchar la campana.

Guess who just got back today?
Those wild-eyed boys that had been away
Haven't changed, haven't much to say
But man, I still think those cats are great
(¿Adivinas quién acaba de volver?
Aquellos chicos de ojos salvajes que habían estado fuera
No han cambiado, no tienen mucho que decir
Pero tío, sigo pensando que esos gatos son geniales.)