martes, 31 de mayo de 2016

Relatos: PIGS. Capítulo V. Barra Libre.

Os dejo el 5º capítulo de esta etílica divagación. Hoy nos preguntamos que significa realmente una canción. Una pequeña transición para la traca que tiene Frank preparada para los últimos dos capítulos. Espero que lo disfrutéis.

Capítulos anteriores:

I y II. Cóctel de bienvenida y Primera copa.
III. Ronda de chupitos.
IV. Juegos de beber.

Playlist musical: Tom Waits for PIGS








PIGS

V – Barra libre

Pasan de largo las dos de la mañana. Dicen los cuentos que a las niñas buenas hace rato que se les convirtió la carroza en calabaza y las malas están en otro lugar mucho más divertido que éste. Y, sin embargo, aquí siguen ustedes, morbosos buitres planeando alrededor de estos moribundos, tratando de averiguar cuan bajo puede caer un hombre cuando se le condimenta la lengua con alcohol.

Coincido con ustedes en que es un espectáculo delicioso.

— ¿Habéis escuchado mi canción? — pregunta Frank cambiando de tercio— No la que os he cantado a vosotros, sino con la que he acabado esta noche la actuación.

— ¡Pero si no es tuya, es una versión! — le reprende Carlos.

— ¡Bah, naderías! Cómo si lo fuera. Tened por seguro que el que la escribió no le ponía ni la mitad de sentimiento que yo al cantarla.

— Ya, ya… — murmulla descreído— Pero vamos, que sí, que la hemos oído. ¿Qué hay con ello?

El músico ríe malévolo.

— ¿Qué hay con ello? ¿Queréis saber qué hay con ello?

Los primos se encogen de hombros como si no tuviesen muy claro que les importe la respuesta.

— Hemos venido a jugar… — bromea Víctor. — A ver, ¿qué es lo que tiene la dichosa canción?

— Pues precisamente eso, señores, precisamente eso. —golpea de nuevo la mesa para fortalecer su argumento — No hay nada, no significa absolutamente nada. Es sólo una puta canción.

— Y una bastante peñazo. — apunta el gordito cada vez más pasado de rosca.  

— Ey, Ey, que tengo mi corazoncito, Vic. — se agarra el pecho en una caricaturesca dramatización. — Además, si creéis que no me he dado cuenta que de inglés andáis cortitos…

Frank abre los ojos de forma exagerada, y arquea los brazos, en una clara expresión de “Os pillé”. Los dos primos sonríen ante la enésima excentricidad de su acompañante, quien se asemeja a un niño haciendo cucamonas. La verdad es que, entre los whiskys y el alma de payaso del músico, esto bien podría acabar con los tres bailando sobre la barra una especie de can-can desacompasado. Ojalá podamos ahorrarles esa visión.

— ¡Qué dices, Frank! — se ríe Carlos — Si aquí el amigo y yo somos los mayores fans de Cambridge…

— … Aunque preferimos el camembert. — completa Víctor con la lágrima saltada.

El chiste es malo con dolor, pero poco necesitan estos tres para partirse el culo, así que la gracia es recibida como el súmmum de la ocurrencia. Tal que así, se pasan un buen rato carcajeando y espurreando el whisky entre pitorreos varios, contagiados con el pavo de una adolescente en una fiesta de pijamas. Mas, tras un par de absurdos minutos, sin que los chicos lo esperen, Frank se detiene bruscamente y sus labios se cierran en un inequívoco signo de contrariedad. Para cuando empieza a hablar, su tono ha cambiado radicalmente.

— Podéis reíros, pero es importante que entendáis eso.  

La voz, que resuena como un crujido en el fondo de una oscura caverna, es de las que erizaría los vellos de la nuca a cualquiera. En menos de lo que tarda en caer un vaso, con tan sólo una frase, el sujeto ha cambiado la situación por completo. El alborozo ha volado cual ráfaga de viento y el silencio se ha adueñado de la mesa. Con las cejas apretadas contra el ceño y sin rastro de su característica hilaridad, parecería que el cantante fuese a revelar el pecado más grande del mundo. Transformado en un lobo sombrío, acerca sus inquisidores faros a la cara de los primos hasta que los tiene a un palmo, llegando a empañar las gafas del delgado.

Carlos se revuelve incómodo en el asiento y traga saliva ante el amenazante aspecto del que hasta hace un momento era un mono de feria. Su primo, en cambio, parece ya haberle perdido el miedo a la bipolaridad del pianista y le mantiene fija la mirada sin tan siquiera pestañear. Durante los segundos en los que Frank no abre la boca, la escena casi parece evocar a las pelis del oeste, cuando están a punto del duelo a muerte al amanecer. Se diría que el primero que diga una palabra tendrá la ventaja en la contienda.

— Podemos reírnos tal que idiotas toda la noche — dispara al fin el cantante— y hablar de lo precioso y espectacular que es el mundo que nos rodea.  Podemos incluso, bajarnos la bragueta y lanzarnos a la calle en busca de unos brazos que nos arranquen de la tristeza que ahora escondemos bajo puyas y bromas inofensivas. Pero ¿de qué nos serviría mañana?

La última frase está cargada de angustia, escupida con el mayor de los desprecios.

— De acuerdo. — responde Carlos, algo tembloroso. —  Tienes razón, colega. Sigue con lo de la canción, por favor.

El músico relaja los músculos del rostro y le regala una dulce sonrisa al chico de gafas que respira aliviado al apreciar que el tenso dislate ya ha pasado. No todos los días se sale vivo de una batalla con un pistolero tan experimentado como Frank.

— Como podéis ver, amigos míos,— expone el pianista mucho más tranquilo— la música es con lo que me gano la vida. Así que sé de lo que hablo.

Se pasa la lengua por los labios, controlando el tiempo, saboreando cada palabra, sabedor de que la conversación está cada vez más cerca de convertirse en un recital que en una charla informal.

—  Por eso mismo os insisto con esto. Por eso mismo os cuento que una canción es algo más que soltar gorgoritos y palabras al viento. Es más, cómo decirlo… como tener un sueño, ¿sabéis? Sí, justo uno de esos con los que te levantas pletórico, pensando que ese día va a ser diferente.

Hace una pausa y se queda mirando al fondo del bar, la vista anclada en la mugrienta pared.

 —Cuando sales ahí, y te pones a cantar, todo el público viviéndolo contigo… sientes que cada palabra se transforma en algo profundo, intenso. “La polla en verso”, para que me entendáis.

El músico parece haber viajado a otro lugar, y en sus ojos casi parece vislumbrarse una chispa de emoción. Ni en los mejores teatros se han visto interpretaciones tan sentidas.

— Uno se viene arriba y lo saborea como si fuera lo más grande del universo. Te dices a ti mismo “esto es grande, he dejado mi huella”.

— Será por eso que a algunos os llaman artistas.— le contesta Carlos indulgente.

Frank levanta la palma en un gesto para que no le interrumpan. Cierra ahora los párpados y arquea la comisura de la boca en una expresión amarga. Quién sabe, quizá se ponga a cantar otra vez.

— Pero, al final, eso se acaba. —sentencia— Cuatro o cinco minutos y todo se va a la mierda, se larga sin avisar.

— Todo tiene que tener un final, — insiste Carlos — es parte de la gracia ¿no crees?

— Precisamente, Carlitos. Al final de la velada, la canción vale menos que estos whiskys. Vosotros os largáis a vuestras casas y os olvidáis de ella, ocupados con vuestros problemas, que si el gato se ha meado en la alfombra, que si a la parienta siempre le duele la cabeza…

— Vale muy bien,— interrumpe un airado Víctor que se ha mantenido callado hasta ahora— todo eso es muy bonito, pero ¿adónde quieres llegar ahora?

A modo de respuesta, el cantante le devuelve una mirada triste, condescendiente.

— ¿Es que acaso la rubia adolescente te dejó tan seco que no te riega ahí arriba? Está muy claro, la moraleja es que las cosas que brillan con más intensidad, son las que se apagan antes. Tú deberías saberlo ya.

—  ¿Yo? ¿Qué cojones tiene que ver eso conmigo?

— Bastante, amigo, bastante. A ti la esposa no te resplandecía lo suficiente, así que te fuiste detrás de una luz cegadora. Y mírate ahora.

Ante la grandilocuente sentencia del músico, Víctor estalla por segunda vez en la noche. Apretando los dientes se incorpora y acerca el rostro a su interlocutor. Si no fuese por los centímetros que le saca, es posible que esta noche viésemos algo más que palabras.

— Mira, Frank, llevo ya un buen rato aguantando tus vaciladas y dejando que me hables como si fuera subnormal, porque, que coño, tienes tu gracia y prefiero estas tonterías a seguir cagándome en mi estampa. Pero no me vengas con sermones de moral. Eso se lo aguanto aquí a mi primo y a pocos más. Primero que no quiero a la Sara y ahora esto. Por mucho que lo que digas tenga cierto sentido, no estoy dispuesto a dejar que tú me des lecciones.

— Vamos a tranquilizarnos todos, — propone un sofocado Carlos — que aquí estamos para pasar el rato.

— Deja que el chiquillo se desahogue, leñe. — espeta Frank.

— Eso, primo, que las cosas es mejor decirlas. Tú puede que le tengas miedo a éste, pero a mi no me la da. Qué en vez de ayuda me está atando la soga más fuerte.

— Tómatelo con calma, primo. —le pide Carlos — Qué únicamente estamos charlando.

El gordito, aún resoplando del mosqueo, comienza a tranquilizarse. Sabe que su primo tiene razón y que es la mezcla de alcohol y frustración lo que le hace perder los nervios. Arrepentido, le da una palmadita a Frank en la espalda y se vuelve a recostar en el asiento, abatido.

— Perdona, Frank. Entiende que no es el día para tenerme en cuenta.

— Nada, Vic, tampoco eres el primero ni serás el último que me quiera meter una hostia. Algo de culpa tendrá un servidor ¿no?

— Ya, si tú tarea tienes, pero no es sólo eso. ­— se detiene un segundo, con un nudo en la garganta — No sé, tengo una sensación desagradable que lleva toda la noche martilleándome el cerebro.

El muchacho traga saliva y bebe un largo trago. Si ponen especial atención, se darán cuenta de que el líquido se agita más de lo normal dentro del vaso, presumiblemente a causa de un apreciable tembleque que le sube al gordito por el brazo.

— La sensación… de que cuando salga de este bar no voy a tener ni puñetera idea de para donde tirar. La angustiosa sospecha de que en el momento en que deje salir esto, —se agarra la camisa a la altura del pecho— no creo que vaya a poder parar.

Los dos oyentes observan al joven con cierta preocupación. A decir verdad, incluso a mí me da un poco de lástima.

— Esa es nuestra misión esta noche, primo. — le reconforta Carlos — Qué salgas, al menos, un poco mejor de lo que has entrado.

— Pues, no vais por el mejor camino, — se dirige a Frank— no te ofendas, amigo. Por ahora sólo habéis conseguido un par de frases grandilocuentes y que la cabeza me dé más vueltas que un tiovivo.

— No te preocupes, Vic, que aún quedan horas para el Lorenzo y te aseguro que sales de aquí con el camino bien clarito como me llamo Frank. Eso sí, no se puede pensar con claridad con la garganta seca. Ya verás que con la próxima se te asienta el carrusel.

El joven muestra una sonrisa cómplice. Imagino que, como todos (y ustedes no son una excepción), tiene la absurda idea de que la siguiente copa barrerá cual escoba todos sus problemas. Cómo si las seis anteriores no fueran suficientes.

— De acuerdo, beberemos para olvidar.

— Beber no se bebe para olvidar, chaval. — le corta Frank melancólico.— Uno bebe para reírse de todas las gilipolleces que ha hecho, para poder mirarse al espejo y decir “podría haber sido mucho peor”.

Qué hijo de puta. Con una media sonrisa en los labios se convierte en el hombre más seguro del mundo y ya no hay nadie que le rechiste. De esa manera, sutil y sibilina, ya tiene a los dos bobos de nuevo en su redil, preparados para recibir otra dosis del manual de Frank, el encantador de serpientes.

Si les dijese ahora mismo que se bebieran el agua del retrete, no pondría la mano en el fuego por ninguno de ellos.


(Continúa)

20 comentarios:

  1. El recital que nos estais dando, Frank con la lengua y tu con tu escritura.¡Que no decaiga!

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    1. ¡Gracias Rafa! ¡Eso intentaremos!
      Por cierto, ¡eres el comentario 500 del blog! De regalo te llevas doble copa en el siguiente capítulo, ¡vas a acabar como una cuba!

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  2. Pues mira,me hace ilusión el titulo. Ahora voy a concentrarme en intentar ganar también el del comentario 1000;-)

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  3. Ya he dicho que me gusta, tanto el personaje de Frank (muy bien construido) como el del barman, la “voz” que nos conecta a la historia, como las excelentes descripciones. Ahora bien, como es en el diálogo donde haces hincapié, voy a ello:
    En el capítulo anterior te iba aponer una pega, y es que, cuando tú comentabas que ibas a estirar al máximo el potencial del diálogo, aún a costa de aburrir, entiendo que te referías a plantear lo que sería una conversación real, con sus quiebros, sus silencios, sus momentos absurdos, además buscando el esperpento, rayando lo surrealista, en este caso potenciados por el “efecto alcohol”. Sin embargo, lo que estaba presenciando me parecía un diálogo, muy bien construido desde luego, pero cuyo atractivo principal era presenciar cómo Frank intentaba hacer interesante una insulsa conversación entre dos panolis. Pero mi percepción ha ido cambiando a medida que el diálogo avanzaba, sobre todo en este último capítulo. El tema ha ido evolucionando (o involucionando, depende de cómo se mire) hacia una “filosofía de barra” cuyos postulados se van haciendo más profundos y complejos a medida que el alcohol riega los cerebros, acercándose a ese extremo del que hablabas en la introducción.
    Hace poco estuve en una obra de teatro llamada “Pánico”. No sé si por casualidad la has visto, pero parte de una situación parecida a la que tú planteas: tres amigos desarrollan un diálogo partiendo de querer ayudar a uno de ellos a superar una crisis de pareja y al final, llegan a sacar los miedos y miserias de los tres, proyectando, de alguna manera, todo ese pánico interior que vive el hombre actual. Es una obra buenísima y, salvando las diferencias, claro está, tu relato me la recuerda, con el aliciente añadido del estupendo narrador que tú has incluido. Me reservo la opinión final para cuando acabe el relato, pero creo que me va a gustar el resultado.
    Un abrazo compañero.

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  4. Isidoro, no sabes cuánto te agradezco esos análisis tan certeros. Es cierto lo que dices, yo he querido desbarrar, pero siempre con un propósito. Es este capítulo cinco donde más difusa está esa intención, pero a partir del seis Frank coge carrerilla y se lanza a la yugular de los chicos. Espero que lo disfrutes.
    Por cierto, la obra no la conocía, aunque conozco muy poco teatro (mi pasión por el cine es inversamente proporcional a la del teatro). Buscaré algo sobre ella.
    Un gran abrazo y mis disculpas por llevar tiempo sin visitar Cuentos naweb. Hasta que no acabe con estos "cerdos", no me voy a poder liberar.

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    1. Ni te disculpes compañero. Reconozco que yo también me siento en la obligación cortés de visitar los blogs de gente que me visita y me da apuro cuando no puedo hacerlo. Pero quédate tranquilo, en tu caso, la visita es por puro placer

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  5. Como dice Isidoro, no sé dónde van a parar estos cuatro, lo que sí sé es que, si sigues así, deberías plantearte intentar publicarlos. Me estoy dando cuenta de la importancia que va adquiriendo el narrador. No es un simple observador sino que sus observaciones ayudan a cambiar el ritmo de la narración. Me gusta mucho su ironía, menos ácida que la de Frank pero igual de incisiva. Vamos, todo un personaje. Sigue así, que te está quedando genial. Un abrazo, Alejandro

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    1. Gracias, Ana. Publicar no lo veo, porque sigo pensando que esto es un experimento que más que nada es para aprender. El caso del narrador ha sido un personaje que ha ido creciendo con la fase de corrección, pues como a vosotros me ha ido enganchando.
      Espero publicar pronto el VI, mañana o el martes.
      Un abrazo enorme, compañera.

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  6. Pues a mí me tienes aquí, haciendo algo que no me gusta, seguir las novelas por entregas, no me gusta que manipulen mi interés, prefiero dosificarme yo la acción. Y sin embargo, me tienes enganchado a tu relato. Lo que no voy a hacer es comentar por capítulos, solo lo haré al final. Aunque algo ya te dije por otro lado. Un abrazo, compañero.

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    1. A mi tampoco me gusta, pero tomé la decisión por no espantar al posible lector ante una parrafada de 32 páginas. Luego además, me está sirviendo para darle un repasillo a los capítulos que aún no voy publicando. PEro ya esta semana lo acabo, lo prometo.
      Gracias por tu apoyo y constante simbiosis literaria (menudo palabro). Un abrazo, amigo.

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  7. Alejandrillo,veo que disfrutas escribiendo y eso es lo mas importante.Me divierte que lo hagas por entregas¡.Es cojonudo.besos.

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    1. Gracias Rafiki. Jamás pensé que mi admiración por Waits diera para tanta letra. Aún así ya sólo quedan dos capítulos. Besos y espero el siguiente tuyo.

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  8. Alejandro...a ver si consigo ahora que entre este mensaje. Darte la enhorabuena, me asombra lo trabajador que eres, y el giro tan visual (giros) que has conseguido dar a tus personajes resolviendo situaciones a golpe de diálogos. Un fuerte abrazo compañero (a ver si este comentario entra) Isabel

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    1. No sabes que ilusión me hace ver un comentario tuyo aquí, yo que tanto te admiro. Me encanta que estés disfrutando de esta divagación etílica y que puedas seguir enganchada los últimos dos capítulos. De verdad, mil gracias por tu visita, compañera (y por el comentario, y por el cariño).
      Abrazo grande!

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  9. Seguimos leyendo y cada vez me gusta más. Una simple conversación de taberna da para mucho. Me encanta como lo planteas y contigo aprendo mucho. Un abrazo

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    1. Muchísimas gracias María. Me alegro de que te esté gustando este experimento. Pensé que a estas alturas ya estaría todo el mundo aburrido de estos tres, y sin embargo aún quedáis unos cuantos siendo fieles a la borrachera. Gracias por ello.

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  10. Pues ya estamos aquí de nuevo con el capítulo V y con algo de retraso, me disculparás pero llevo unas semanitas viajando de aquí para allá y el tiempo no me da para más. Resulta sorprendente el juego que le sacas a una simple conversación de bar entre tres personas (y un narrador invitado), desde luego el trabajo de plantear semejante escena con todos los diálogos tiene que ser inmenso. En este capítulo Frank inicia el diálogo atreviéndose a hablar de sus cosas, aunque pronto la conversación vuelve a la desdichada historia de Víctor. He visto que comentas que en el VI Frank se lanza a por todas, seguro que nos deparas alguna sorpresa interesante. Nos leemos en el próximo PIGS. Un saludo Alejandro.

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    1. Jorge, más retraso llevo yo con tus relatos, que hasta que no he acabado esto (que ha sido hoy) no he dedicado casi nada a leer. Así que discúlpame tú a mi, por favor.

      Lo del trabajo, pues la verdad es que planifico poco. Tuve una noche inspirada hará unos tres meses y saqué cinco folios de diálogo. A partir de ahí, el ponerle el armazón, sí que me ha costado bastante, aunque si tuviese más tiempo y energía lo habría acabado mucho antes. Me alegra no obstante que estés disfrutando del periplo. Bajo mi punto de vista los dos últimos son los más largos pero los más entretenidos. Espero que tus buenas sensaciones sigan cuando los acabes.

      Un saludo y prometo leerte muy pronto.

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  11. Yo me he sentado en un taburete al final de la barra, ya que con tanta copa el equilibrio no me acompaña jaja. Es cierto, la historia de los "panolis" como decía Isidoro, en otro contexto es de las que resulta insulta y carente de interés, pero la presencia de Frank, con esa mezcla de nostalgia, soledad y pasotismo que condimenta cada frase que suelta, le da un toque distintivo.

    Estos tres borrachines van camino de hacer buena la frase de una canción de M-Clan: "Me desperté con resaca, y ese no es un nombre de mujer"

    ¡Un saludo!

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    1. Muchas gracias José Carlos por volver al bar. Ya te queda poco para que acabe la noche. Si te quedas, prometo ponerte la canción que citas para acabar la velada.

      ¡Un saludo, compinche!

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