Perseguir tus sueños. Es una frase que todos habremos oído alguna vez. Los que han tenido más suerte, quizá lo hayan hecho mientras se referían a ellos. De otros se habrán reído por el mismo motivo. Muchos habrán ido tras la estela de ese impulso incontrolable. Aún más habrán abandonado antes de intentarlo siquiera. Pero el deseo de 'algo más' lo habrán tenido (casi) todos. Y es que, el querer perseguir aquello que te llama como canto de sirena aunque no esté al final del camino recto, creo que es y ha sido siempre, innato a la condición humana.
Todo el mundo tiene sus sueños, aunque quizás aquellos de difícil alcance son los que más nos seducen en un eterno desafío platónico. Y en esas metas cuasi imposibles, muchos contamos con la suerte de que hay alguien que nos da un empujón para que el empinado camino sea más llevadero. En mi caso, tuve la inmensa fortuna de que mis padres me apoyaron cuando decidí estudiar el cine que tanto me apasionaba, el mismo que me tenía loco desde que mi tío me traía la revista "Fotogramas" y me pasaba horas leyendo sinopsis y observando planos. Y aunque ese camino no lo aproveché, de nuevo he tenido la suerte de encontrar, tras alguna que otra vuelta, un trabajo que me permite tener tiempo para desarrollar mi pasión por las historias.
Por tanto, se puede decir que aún sigo persiguiendo mis sueños, pero que el mérito de hacerlo tengo que compartirlo con bastantes manos que me han ido acompañando y guiando a lo largo de estos años. La historia que os traigo hoy es la de alguien que no tiene esa suerte, y que, aún así, está dispuesto a todo con tal de lograr su sueño. Y esos, que no tienen a nadie que les empuje por la montaña, esos son los que tienen verdadero mérito.
Embarcaos conmigo en la odisea de Sammy, el ayudante de carnicero, en esta segunda parte de las "Historias de Jazz". Si con "Coltrane" un viejo librero encontraba su inspiración a ritmo de Saxo, aquí un joven, al son de piano, convertirá la mesa de corte en un inesperado concierto.
Espero que os guste.
Duke Ellington Escrito en Abril de 2014 escuchando "In a sentimental mood" por Duke Ellington & John Coltrane.
Las nubes sombrías vestían de luto todo el cielo
de aquel 24 de febrero, el día que Sammy había decidido dejarlo todo y
perseguir su sueño.
Esa mañana no parecía que fuese a dejar de
llover. La incesante cortina de agua había vaciado la avenida principal del
desfile continuo de la gente, transformando el bullicio habitual de las calles
en una suerte de paisaje propio de un pueblo fantasma. A lo largo de las
diferentes fachadas se podían apreciar los letreros de los comercios, que
parecían ser los únicos que luchaban por acabar con la rutina cromática. Desde
el pirulí blanquirrojo de la peluquería de Ana, al cartel amarillo chillón de
Luis el zapatero. Sin olvidar el bermellón gastado del avión que presidía la
entrada de la vieja librería ‘Barón Rojo’.