martes, 23 de junio de 2015

Relatos: Saga Abducido - STAR (DANCE) WARS

Hola de nuevo. En la anterior entrada os pedía que me comentarais que tipo de relato os apetecía esta vez, si un drama o un cuento disparatado. Después del "aluvión" de propuestas (gracias Valdi por tomarte el interés, esta entrada te la dedico a ti), ganó, por estrecho margen de 1-0, la opción divertida. De ahí a que os traiga un alocado relato, sin más pretensión que haceros reír.
Esta idea surgió de una nueva colaboración entre mis amigos Ángel, David, Eugenia y Fernando G.Crespo. Este último, propuso que nos inventásemos cada uno una historia donde el tema central fuera una abducción extraterrestre. Así que nos pusimos manos a la obra, lanzando señales al cielo en busca de alguna respuesta alienígena.
"Pay day! Pay day!" by JD Hancock (CC BY)
Después de leer las descacharrantes experiencias de mis colegas (los cuales están invitados a publicar en el blog sus abducciones), me encontré, como tantas veces, abandonado por las musas. Fue entonces, cuando escuché la historia de un singular bailarín. Uno que, tras un par de copas, relataba fascinantes historias interplanetarias. Tras mucho tiempo buscándole, todo lo que hallé fue esta carta, la cual utilicé tramposamente como relato ante mis compañeros literatos. En realidad, se trata de un documento único, de valor incalculable. Por eso, antes de que lo encuentre la CIA o el FBI, os lo cuelgo en el blog, para que seáis participes de la odisea de tan curioso personaje.
Espero que lo disfrutéis y dejéis algún comentario para el amigo marciano. No me hago responsable de una invasión alienígena si no escribís unas líneas. Avisados quedáis.

STAR (DANCE) WARS                                                           Escrito en febrero de 2015
La carta de confesión de un extraterrestre.

Queridos humanos, hoy, desde vuestra adorada tierra, mientras ensayo mis pasos en el duro arte de la salsa, quiero escribiros para intentar esclarecer los hechos que me han llevado a tomar la más difícil de las decisiones.

jueves, 11 de junio de 2015

Relatos: PHILIPPE MARCEL

El poder de la nostalgia es enorme. Que se lo digan a los vendedores de camisetas y merchandising variado que se están haciendo de oro con la generación de los ochenta.
Y yo, señoría, me declaro culpable. Porque todo lo que huela a mi infancia me hace perder la cabeza (y el bolsillo). Me produce una sensación muy reconfortante el recordar los dibujos que veía al volver de clase, los juguetes que pedías una y otra navidad, los partidos a vida o muerte del recreo... Y las estampitas. Maravillosos cromos que venían en sobres de seis u ocho, y que daban vida a unos vacíos álbumes, conviertiéndolos en ese momento en crónicas de incalculable valor emocional (económico no, porque a la mínima que tengas corazón es imposible deshacerse de ellos). Y teníamos tanto para coleccionar: de bola de dragón, Oliver y Benji, la liga de fútbol, las tortugas ninja, los dinosaurios...

"Halbzeit" by Daniel Stark (CC BY)
Algunas veces me he visto tentado a comprar algún sobre de los de ahora. No porque conozca sus
personajes, sino únicamente por recordar el placer que se sentía al abrirlo, rasgando el papel, deseoso de descubrir que cromos se esconderían en su interior. Aunque, como siempre pasa con la nostalgia, soy consciente de que tendemos a magnificarlo todo. Añoras esa sensación de expectación, pero ya no te acuerdas de la habitual decepción que venía después. Y es que encontrar por enésima vez el mismo cromo que ya tenías diez veces repetido era el pan de cada día. De ahí que completar un álbum fuese una tarea titánica, que requería tiempo y paciencia. Se podría decir que los cromos nos enseñaban el valor de la constancia y del trabajo. Al menos es una manera amable de mirarlo. Mejor eso que pensar que estábamos obsesionados y empezabamos a cultivar un claro síndrome de coleccionista compulsivo, ¿no?

Hoy os traigo un relato con el que vuelvo a esa feliz infancia (que no lo fue tanto, pero, ya sabéis, la distancia endulza), en esa época en la que las estampitas podían ser el centro de nuestra existencia y obtenerlas era tan grande como encontrar el arca perdida o conseguir el tesoro de Willy el tuerto. Espero que lo disfrutéis y os haga sonreír, que, después de un par de relatos oscuros, era hora de pasar a algo más alegre.

P.D.: Me disculpo por publicar cada vez menos. La realidad es que ahora, con tanto cambio, no tengo ganas de escribir nada y tiro de escritos antiguos. Os doy las gracias y os pido un poco de margen. Dicen que la inspiración siempre vuelve, y aquí estoy esperándola, con la red preparada para que no se me vuelva a escapar.
(Ya me diréis si queréis que el próximo sea humor absurdo o drama social. Os lo dejo a vuestra elección)

Philippe Marcel

Cada vez que abro la cartera y me encuentro este trozo de papel, escondido entre billetes arrugados y facturas, una parte de mi mente se olvida de anclar los pies y se evade traviesa años atrás. Durante un instante hasta casi me parece oír los gritos de la pandilla celebrando el último gol del recreo. Mi amigo Dani habría sido la estrella del partido, pero, como siempre hacía, me habría dejado el último tanto en bandeja, para que yo también tuviera mi momento de gloria.

Y, aunque el papel ahora está descolorido y medio destrozado, aún me recuerda al objeto majestuoso que fue, brillante y reluciente como una joya de piratas.