domingo, 22 de mayo de 2016

Relatos: PIGS. Capítulo III. Ronda de chupitos.

Con un pelín de retaso os dejo el capítulo tres de Pigs, dónde ya nos ponemos a hablar, que es de lo
que va este experimento.

Os dejo el enlace de los dos primeros capítulos por si no los habéis leído: PIGS. Capítulos I y II

También os vuelvo a poner el enlace a la playlist de youtube creada especialmente para el relato con las canciones de Tom Waits: Playlist PIGS
Y este par de temas de ejemplo:










Y un apunte, hay una canción en el texto que está en inglés. No me ha parecido ponerla en el texto en castellano, ya que la rima y el tempo están pensados para ser cantadas en ese idioma. Sí queréis ver la traducción al español, sólo pinchad en la letra y os enlazará con otra página dónde he colgado las dos versiones.

Espero que disfrutéis del capítulo y comentad lo que os guste y lo que no. ¡Pronto seguiré con las andanzas de Frank!

III – Ronda de chupitos

Decía mi madre que la vergüenza hay que dejarla para los muertos, y que la vida está para comérsela a dentelladas. No puedo decir que me aplicase el cuento a rajatabla, a la vista está, pero al menos tengo a Frank para demostrarme cada día que mi progenitora no andaba desencaminada.

Porque, como habrán podido apreciar, los rostros estupefactos de esos dos ante la eufórica entrada del músico, no han impedido que éste se haya sentado a la mesa con ellos. Con la silla volteada y la expresión de un niño que espera los regalos de navidad, agita nervioso el pie, deseando que empiece la fiesta.  



— ¿A qué vienen esas caras, compadres? La noche es joven y el local invita a otra ronda.

Los hombres permanecen aún desconcertados por la esperpéntica escena, pero ninguno parece atreverse a mandar a paseo a su nuevo anfitrión. El que está a la izquierda de Frank, un tipo delgado y alrededor de la cuarentena, se ajusta las gafas al tiempo que se atusa la canosa perilla visiblemente incómodo. El otro, en cambio, se diría algo enfadado ante la intrusión.

— ¿Y tú quién eres? ¿El dueño? — le increpa.

— Qué dios me libre. — contesta Frank con sorna mostrando unos piños amarillentos — Digamos que tengo un acuerdo con la casa. ¡Pidan, pidan, no se queden con las ganas!

miércoles, 18 de mayo de 2016

Relatos: PIGS. Capítulos I y II.

Por fin, tras muchas vueltas y noches en blanco, empiezo hoy a publicar un nuevo experimento. Se
trata de Pigs, una especie de borrachera de diálogos entre perdedores de barra, cutres filósofos de copa y cigarro.

 Creo que más que nunca esta historia es más experimento que relato, pues mi intención ha sido jugar con los diálogos y llevarlos al límite. He tratado de hacerlos lo más realistas posible, que sean todo lo orgánicos que se pueda sin llegar a aburrir. Qué lo haya conseguido o no está por ver.

Todo esto viene por que me suele molestar bastante el hecho de que muchos de los diálogos que leo están tan supeditados a la trama que me suenan totalmente impostados. Es decir, que veo que van directamente al meollo, al quid de la cuestión, y es algo que me ha parecido muy irreal. Pienso que en una conversación, para llegar a decir algo, primero divagamos hablando de banalidades, anécdotas y demás. Aquí he tratado de contar precisamente eso, los tópicos y chorradas que contamos entre amigos, especialmente si hay alcohol de por medio.

Ojo, el título no engaña a nadie. Voy a hablar de cerdos, tipos con pocas luces que se calientan la lengua hablando de sexo y gustan de aparentar ser más hombres de lo que son realmente.  Evidentemente, el pensamiento de los personajes  no tiene que coincidir con el mío (que está mucho más en la línea del relato "Mi mejor amiga"). Únicamente trato de poner en relieve los tópicos que nos rodean, de los que en mayor o menor medida todos hemos sido testigos o participes

Pero bueno, sin detenerme más en ese tema, únicamente añadir que la inspiración para el relato viene dada por la figura canallesca de Tom Waits, el artista de voz agrietada siempre pegado a un cigarro y un vaso de whisky. Es su presencia, turbia y exageradamente melancólica, la que da vida al personaje de Frank Wild (guiño a un alter ego del propio Waits en su disco "Frank Wild Years"), un cantante y pianista amante de las grandilocuencias y los discursos retóricos.

Concretamente, la idea llegó de la mano de esta canción, Rain dogs:








Cómo quiero que conozcáis al genio de Waits, añado, para que os empapéis de su música,  una playlist de youtube, confeccionada especialmente para esta historia: Playilist- Tom Waits for Pigs


Y no olvidéis comentar estos dos capítulos. En un par de días cuelgo el tercero.


PIGS
I - Cóctel de bienvenida
Justo antes de llegar al polígono industrial, alejado de las calles del centro, se esconde un viejo local, cloaca de encuentro para solitarios tristones, aventureros en busca de la última. “Bienvenidos al mayor tópico de la ciudad”, parecen gritar sus puertas, olvidada madera carcomida donde se amontonan termitas en tedioso banquete. Por aquí ya no pasean ni las prostitutas y los policías hace tiempo que dejaron de fardar de neones parpadeantes. Solamente tienen que fijarse en el cartel colgando del tejadillo, una botella medio vacía, para hacerse una idea del tipo de gente que van a encontrarse si se aventuran a pasar. Es atravesar el umbral y golpearte un tufo dulzón, olor a vómito y pesimismo. Cada vez que inunda mis fosas nasales me pregunto por qué demonios sigo viniendo a trabajar a este decadente lugar.
Pero no es mi intención disuadirles. ¿Me acompañan a su mesa?

domingo, 10 de abril de 2016

Minirelato: LA BALADA DEL COSMONAUTA

Hoy os traigo otro cuento corto (600 palabras) de los que tanto me cuestan (eso de racanear palabras de verdad que me duele). Es un cuento para el certamen de "El marciano" del Círculo de Escritores.

Lo escribí pensando en esta canción de James Taylor, que es muy blandita, pero, que queréis que os diga, a mi me gusta.

 







LA BALADA DEL COSMONAUTA

La arena del planeta empieza a deslizarse como un día ventoso de playa. Las rojizas cordilleras casi parecen estar bailando un mudo vals y la luz se esconde rauda en el horizonte. Pronto no quedará más que oscuridad en el infinito desierto.

Como tus ojos, Tanya.

Justo en el momento en que el último rayo abandona la superficie marciana, con ese último destello, casi me parece tenerlos delante. El mismo fuego oculto bajo la tristeza más negra. “No puedo estar con alguien como tú”, había sido tu respuesta.

«Base de Baikonur llamando a transbordador.»

Decían en la academia que el espacio era un lugar frío y solitario. Advertían que el miedo a no regresar llegaba a ser paralizante. En cambio a mi, el estar observando esta esfera vestida de arcilla durante horas, sólo me provoca una abrumadora tranquilidad.
Solías decir que esa actitud me hacía parecer un marciano. ¡Qué apodo más irónico ha resultado ser!

Sentado en la cabina, suelo escuchar los discos en inglés que tanto nos gustaban, mientras me dejo invadir por la nostalgia. Al menos a millones de kilómetros de la Tierra aún podemos escuchar a los capitalistas.

«Torre de control a Teniente Bokurov, responda. »

Una suave y nasal voz resuena desde el cuadro de mandos, mientras que, acompasados a la música, un par de asteroides giran frente a la ventana, seduciéndose el uno al otro hasta su inevitable destrucción. Qué suerte tienen de poder estar juntos hasta el final. A nosotros se nos cruzó un brillante astro en la pista de baile.

Le llamaban Valentino por su parecido con el actor y sus innegables capacidades de seducción. Era de los que miraba por encima del hombro y se vanagloriaba de heroicas gestas, imposibles de comprobar. A ti te encandiló bien pronto. “Un camarada de los de verdad”, alardeabas al tiempo que me juzgabas condescendiente con tus ojos ya apagados. Pero como no darte la razón si me importaba un comino en que país acabáramos si podía tenerte.

Oí que os casasteis nada más terminar la academia.

«¡Bokurov, coja el maldito comunicador! ¡Es capital que regrese, la patria necesita del transbordador!. »

Supongo que tendré que contestar, será algo nuevo de su cansina e interminable guerra.
Ya hace trece años del viaje con el que Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en órbita. Nos recuerdo, dos niños ansiosos frente a la radio del Sr.Gusev para escuchar la hazaña. “Dicen que esto acabará con la disputa”, te aseguré entonces. “Eres un niño muy raro”, sonreíste con fulgor en los ojillos. Aquella noche prometimos que si Gagarin no traía la paz de las estrellas lo haríamos nosotros.   

«Aquí ‘el marciano’, inicio protocolo»

Mientras comienzo a reiniciar los paneles, me visualizo en mi papel al regresar a la Tierra. Otro peón en un absurdo conflicto, patriota para mis camaradas y villano para los del otro lado del océano. Y sin haber podido cumplir la promesa que nos hicimos.

Decepcionado, observo el terroso planeta por última vez tratando de hallar la respuesta.

«Bokurov, cortando comunicaciones. Ha sido un placer, camaradas.»

En este 22 de agosto de 1974, sin discernir entre día o noche que anotar en el diario, cambio el rumbo de la nave y me dejo caer suavemente en dirección al planeta rojo.

El bufido de los motores desperezándose me devuelve una euforia que ya no recordaba. Río como un loco sólo con pensar en cómo van a enloquecer en Moscú.

En pocas horas le haré por fin verdadera justicia al apodo que me pusiste.

A mi regreso seguro que Valentino se va a morir de envidia.

viernes, 18 de marzo de 2016

Colaboraciones: "KILLER ON THE ROAD" de Ángel Zurdo

Hará cosa de mes y medio publiqué en el blog un relato/canción basado en el "Riders on the storm" de los Doors. Ya entonces os conté que el germen de ello era un juego literario con mi amigo y maestro Ángel Zurdo, en el que uno proponía una canción y con ella escribíamos cada uno una historia.

"Kansas Lightning" by Shannon Diizmang (CC BY-NC-NF)
Cómo en cualquier vinilo no puede haber una cara A sin la B, hoy os dejo con la visión que él tuvo de la magnífica composición del grupo liderado por Jim Morrison.
Al final, me queda la sensación de que, siendo muy diferentes entre sí, los dos relatos se complementan extrañamente, creando un disco del que me siento muy orgulloso. Mientras mi relato hablaba del hastío de las relaciones y la obsesión con recuperar el pasado, el de mi amigo, más complejo, nos cuenta una historia muy oscura, con historias que envuelven otras, pero que también nos habla de la obsesión como desencadenante de la trama.

Sin marearos más, os dejo con esta fantástica narración de Ángel, repleta de emociones duras e intensas al ritmo de la hipnótica canción. Os pido que no juzguéis a los personajes hasta no leer el texto completo, porque lo genial de este cuento es lo que a primera vista no se adivina.

A ver si Ángel se nos decide pronto a sacarse un blog, pues os aseguro que tiene muchísimas historias diferentes e interesantes que ofrecer.

Por supuesto, leedlo escuchando la canción de los Doors, así como la de King Crimson que también aparece en el cuento:
 
Gracias de nuevo Zurdo, por compartir tus escritos a través de mi página. Es un honor.

Killer on the road de Ángel Zurdo 

Jim era un tipo normal que vivía con una familia normal en una casa normal de una ciudad normal. Sin embargo, las tardes de tormenta...
La primera vez ocurrió de casualidad. Apenas sintió el primer trueno, salió corriendo, se metió en su coche (un coche normal), giró la llave y pulsó el botón de encendido del aparato de música. El mp3 estaba programado en el modo aleatorio, de forma que no podía saber qué canción iba a sonar, pero allí estaban las primeras estrofas de una melodía amarga y premonitoria:
 
Riders on the storm  (1)
There’s a killer on the road
 
Su preferida.

Comenzó a circular sin rumbo predeterminado bajo unas primeras gotas de lluvia que pronto se transformaron en una cortina impenetrable a pesar de que el limpiaparabrisas se afanaba en moverse a toda velocidad intentando hacer mínimamente visible la carretera. Jim continuó su camino a través del gris marengo de la lluvia y las nubes. Cada vez se hacían más frecuentes los relámpagos y los truenos, más cercanos también a aquellos con cada minuto; parecían incorporarse al ritmo de la melodía. Conducía imprudentemente, incrementaba irracionalmente la velocidad y su estado de agitación iba en aumento con cada acorde natural y musical.

domingo, 6 de marzo de 2016

Minirelato: EN ALGÚN LUGAR

"Driftin Away" de Erik Johansson
Dejo aquí un minirelato para el concurso "La imagen imposible I" de "El círculo de escritores" que finalmente ha quedado en tercer lugar.
Después de las nueve mil y pico palabras del dios del viento, no viene mal algo cortito para descongestionar.

En algún lugar

Dejadme que os cuente que existe un pueblo oculto en un lugar del que nadie se acuerda.

Como una página perdida, como una botella con un mensaje que nunca llega, se esconde este pedazo de tierra pintada de casas magenta, donde los árboles dan sombra a la hora de la siesta y el mar es tan claro que los lenguados compiten en torneos de sombras chinescas.

«Dicen los que viven aquí, que no existe lugar más perfecto sobre la tierra.»
 

En esta villa no llegan cartas, y el cartero toma café con la florista de nueve a cinco.
Los ancianos les van saludando al tiempo que corren la maratón y esquivan a los gatos que se juegan a la brisca a quién le toca asaltar la pescadería.
En la acera de enfrente, el barrendero baila con su escoba e imagina que el auditorio se viene abajo de tanto aplauso. La corista, que lo admira en secreto, ya prepara un nuevo espectáculo, donde lo va a convertir en estrella. En el periódico local se rumorea que será el nuevo Pavarotti.

Mas no todo es tan idílico; como cualquier pueblo, tienen su alcalde. Pero al menos este es de los buenos, este sabe ilusionar a todos. Por eso es de derechas en invierno y de izquierdas en verano. Dicen que en los años bisiestos incluso le sale la vena nacionalista.

«Cuentan los que viven aquí, que nadie es más feliz en ningún otro lugar sobre la tierra.»

En la playa, los niños juegan desnudos, riendo sin hablar y cantando canciones. Al caer la noche, estudian el cosmos y disciernen sobre Nietzsche o Kant dependiendo si toca semana nihilista. Y se enamoran y se desenamoran y se vuelven a enamorar, y no les importa porque así se descubren cada vez.

Al volver, como cada madrugada, se encontrarán con la banda paseando por la calle principal, alegrando con los más bellos sonidos. Flautas y trombones finalizarán la fiesta tocando los himnos de todos los países, que no es bueno discriminar. El público eufórico bailará sobre fogatas improvisadas y beberán hasta que los besos huelan a vino con gaseosa.

«Juran los que viven aquí, que no podrían vivir en otro lugar sobre la tierra.»

Seguro que a estas alturas os estaréis preguntando cómo es que llegué hasta aquí. Me temo que no puedo contestaros. Los que me recibieron cuando quedé varado en la orilla lo hicieron con efusivos abrazos y tiernas palabras, pero mortuorio silencio cada vez que preguntaba por mi paradero.

Cien veces lo intenté y cien que recibí total indiferencia.

Pero eso no es lo importante. Lo que aquí os quiero contar es cómo he acabado odiando este lugar.

Cómo me estallan los oídos cada vez que escucho por enésima vez las celestiales melodías o cómo me dan ganas de arrancarme la lengua con las trascendentales conversaciones a primera hora de la mañana.
Cómo no aguanto mirar esos cuerpos perfectos sin tela ni misterio. Lo monótono que resulta hacer el amor de día y de noche, y a media tarde si hace buen tiempo. Cuán agotador es enamorarse todo el día, desenamorarse y volverse a enamorar.
Aquí incluso el enfadarse es considerado incitación al terrorismo y el llanto está perseguido por delito contra la seguridad.

A decir verdad, no me extraña que no quieran desvelar nada sobre la localización de este edén. Si alguien lo descubriese, seguro lo bombardeaba por el bien de la humanidad.

Yo no os pido tanto, me conformo con que me ayudéis.
Por eso, desafiando las leyes de este lugar, publico aquí esta misiva desesperada:

Vivo en el paraíso; por favor, rescatadme.



jueves, 25 de febrero de 2016

Relatos: DIOS DEL VIENTO (Wandering fish - Pez errante)

Aprender.
Amala by Ciryl Blanchard. http://cyrilblanchard.com/
Amala by Cyril Blanchard (www.cyrilblanchard.com)

Qué gusto de descubrir algo nuevo. Da igual que sea hablando, estudiando, escribiendo o jugando. A voces o en silencio. De las cosas más trascendentales y de las más absurdas. En definitiva, la satisfacción de empaparnos de lo que no sabemos y salir de la experiencia llevándonos algo diferente.

Aunque la pereza es un gran enemigo (y creedme que sé mucho de eso), cuando consigues liberarte de ella tienes por delante una autopista llena de curiosidades y situaciones enriquecedoras.

Y eso es justamente lo que yo he experimentado al escribir este cuento. Un juego de imaginación que se convirtió, poco a poco, en una obsesión por conocer todo sobre lo que iba contando.

Todo comenzó con la invitación de mi amiga y escritora, Eugenia Soto Alejandre (visitad sus historias aquí), que nos regaló a los compañeros de la agencia una canción para que inventásemos a partir de ella. No sé por qué, pero enseguida se me vino a la cabeza la imagen de una joven niña india caminando por el desierto. A partir de ahí, con el fin de dar un armazón a la historia, empecé a leer sobre la región, su cultura y sus costumbres. Fue así como descubrí la hipnótica Jaipur, capital del Rajastán, una tierra llena de color y contradicciones.

Gradualmente, acabé enamorándome del personaje de la niña. Y, casi sin darme cuenta, se fue tejiendo esta historia de inocencia, dioses y sueños. Al final se ha convertido en el cuento más largo que he escrito y me ha traído un interés por seguir aprendiendo de esta fascinante cultura.

En resumen, que este relato ha sido algo diferente. Porque a la vez que disfrutaba inventando, lo pasaba en grande investigando (que no quiere decir que no haya metido algún patón). Aprender como mecanismo de diversión. ¡Quién lo hubiese dicho en los años del colegio!

Espero que os guste el relato. Si se os hace muy largo, os animo a leerlo por capítulos. Yo he preferido publicarlo entero para que cada uno escoja como acercarse a él.
Y, como siempre, si os gusta o no, los comentarios son más que bienvenidos. Y que lo compartáis con los conocidos más aún, que lo de el de darme yo autobombo por la red cada vez me gusta menos.

Por supuesto, os dejo aquí la canción que lo empezó todo (Gracias Eugenia):





Editado 01-03-16: Finalmente, Cyril Blanchard me ha autorizado a poner sus fotografías en el blog, por lo que voy a retocar todo el relato con sus estupendas imágenes. No dejéis de visitar su página: www.cyrilblanchard.com .

P.D: He dejado unas notas al final del cuento, por si tenéis curiosidad con alguno de los términos más autóctonos.


Dios del viento

«Brahma crea, Shiva destruye. Visnú hará que el mundo siga girando. 
Y mientras, Vayu, montado a la cola del viento, lo observará todo.» 
1.- Brahma, el creador 

Cuentan las leyendas locales que no hay atardeceres más majestuosos que los que se ven en Jaipur. No son tan brillantes como los de Delhi ni el sol se refleja en el mar como en Bombay. Mas, en la capital del Rajastán Indio, se produce un fenómeno que no pueden igualar otras ciudades más imponentes. 
Shita # 2
Shita #2 by Cyril Blanchard (www.cyrilblanchard.com)

Yamika, como muchas tardes, contempla el espectáculo sobre la terraza del templo de Birla Mandir. Sus ojos, negros y enormes pozos de alquitrán, esperan con la impaciencia propia de la juventud a que los últimos rayos se escondan tras las montañas que la separan del desierto del Thar. En sus pálidas manos mece una pequeña pecera redonda con un pez dorado. 

    — La próxima vez tendríamos que verlo desde el palacio de los vientos—susurra la pequeña. 

lunes, 1 de febrero de 2016

Acordes: RIDERS ON THE STORM

Buenas de nuevo. Como podéis comprobar no ando muy inspirado últimamente, y las entradas brillan
"Another #Season" by Dee Ashley (CC BY-NC)
por su ausencia. En la medida de lo posible intentaré ir colgando alguna cosita antigua mientras trato de escribir algo nuevo. Aunque sea algo pequeñito como lo de hoy.

En este caso, os dejo con otro relato/poema basado en una canción. Como ya os comenté en la entrada de "Boys are back in town", se trata de un juego con mi amigo Ángel Zurdo que propuso la magnífica e inquietante pieza de ese grupazo que es "The Doors" para inventar con ella. Mientras que él se curró un relato lleno de riqueza (que luego incluso ha mejorado y le invito a que lo publique aquí), a mi me debió pillar el día vago, y me salió algo más simple de lo habitual. Pero no todo tiene que ser relatos de tres mil palabras. Os dejo a vosotros que me contéis si os ha gustado.

Por supuesto,  tratad de escucharlo con la canción:


RIDERS ON THE STORM
Escrito en Noviemre de 2014

El viento está electrificado esta tarde y las gotas de lluvia hacen cosquillas cuando saco el brazo por la ventanilla del coche. Con el manantial abriéndose camino por mis dedos, me viene a la cabeza la imagen de cuando éramos jóvenes y no nos importaba empaparnos en la calle. Tú tenías el rostro inundado de pequeñas perlas brillantes y yo te acariciaba el pelo con la delicadeza del que tiñe telares en un pueblecito al pie del gran Atlas. “Los paraguas son de perdedores”, pensábamos. Y que nos cayera un rayo si hacía falta. Morir felices era la mejor manera de largarse.

Lo jodido es que el tiempo te termina dando la razón.

“Into this house we’re born
Into this world we’re thrown”


Aquí dentro del coche  se está más seguro. Sabiendo que si Zeus enfurece, estaremos guarnecidos en una cáscara mecánica. Solos tú y yo, a escondidas de los rayos que queríamos que nos atravesaran. Mi orgullosa cumbre, que hace años fue mi entrepierna, es ahora una vergonzosa curva que nace en el esternón. Los hilos de tus cabellos se han teñido de apatía, todos iguales y jugando al mismo juego. Me gustaban más cuando se revolvían, niños traviesos, en un caos perfecto.

Tantas partes del cuerpo donde la frustración se quedó a vivir.

“Girl ya gotta love your man
Take him by the hand
Make him understand”


El aguacero ya no nos deja ver más allá. Convierte todo el aire en río, dejándonos aislados de ojos indiscretos. Condenados a tener que mirarnos y tratar de contestarnos. Pero, para que hablar… acabamos follando con la desesperación que nos da el fracaso. Siempre nos gustó así. Fuerte, guarro, como el último polvo que echar en la vida. Un salto sin red, una bifurcación en la carretera. Sin las lágrimas que se marcharon en el momento en que tus labios me supieron como siempre. Y, mientras la razón susurra “sigue caminando”, la pasión suplica “no por este camino”.

Cuando nos corremos, beso con anhelo, endulzas con un “te quiero”. Sabemos que son mierdas disfrazadas. A veces desearía que tus labios se sellasen y el silencio fuese nuestra única canción.

Demasiados años nadando en un bote naufragado, al son de éxitos ya olvidados.

“If you give this man a ride
Sweet memory will die
Killer on the road, yeah”


Las nubes se dispersan, aburridas de tanto llanto. El sol juzga inquisidor nuestros ojos culpables. Pero ya no nos miramos. Cada uno tiene la vista encerrada en un baúl de su memoria. Tu expresión, inescrutable, nunca me permitirá saber lo que piensas. Aunque ya me da igual. Tengo mi mente asentada en un tiempo lejano de feliz tormenta, observando tu delicioso trasero moverse de un lado a otro. Las hebras, rojo fuego, caen de tu frente, prometiendo noches de húmeda locura. Calada hasta arriba, ahogada en deseo juvenil, pareces lo más bonito que jamás he visto.

Y, entonces, te partió un rayo.

 “Riders on the storm”


lunes, 28 de diciembre de 2015

Colaboraciones: La felicidad, la foto, El Culebras, el convertible... de Ángel Zurdo

Quién tiene un amigo tiene un tesoro. O al menos eso dicen. También dicen que únicamente se pueden tener un puñado, que muchos sólo se tienen colegas. Así que cuando Roberto Carlos cantaba aquello de "yo quiero tener un millón de amigos", en el fondo debia estar más solo que la una (esto podríamos aplicarlo también a los que tienen mil y pico amistades en las redes sociales).

Sin querer separarme de ese tema, y aunque suene a topicazo, es cierto que la vida te coje muchas curvas cerradas que te llevan a caminos que nunca imaginarías. Así he acabado yo siendo funcionario en la Agencia Tributaria y conociendo a un tipo como Ángel Zurdo, un  chaval en el cuerpo de un adulto, de pies veloces e imaginación que rompe las paredes. Y eso que empezó siendo mi jefe y como que imponía. Tal dominio de las nóminas y la productividad (creedme, es un mundo), me hacían verlo como una especie de John Nash de las retribuciones administrativas. Lo que no podía esperar es que detrás del profesional se escondiera alguien con quien compartía muchas formas de ver las cosas y que se convertiría en el acicate que yo necesitaba para sentarme de nuevo a escribir. Además, a parte de los relatos personales que hemos escrito cada uno, hemos abordado más de un proyecto literario juntos, y disfrutado de alguna que otra "broma", como el divertido cuento que os traigo hoy en el que se ha inspirado en una foto del facebook en que mi pareja y yo, en medio de una boda, habíamos perdido ya el sentído del ridículo...

Así que nada, que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Yo tengo unos cuantos rubíes y otros tantos diamantes. Este cabroncete es uno de ellos.
Disfrutad con la vida que nos ha inventado.

La Felicidad, la foto, el Culebras, el convertible…
Por Ángel Zurdo
A Raquel y Alejandro. 

Vaquero en “El Hormiguero”: “la felicidad es levantarse a hacer un pis a mitad de la noche, mirar el  despertador y comprobar que aún te quedan cuatro horas ¡Sí Señor! ¡Qué felicidad!” 

Ya está aquí la felicidad. Me levanto y, con los ojos cerrados, voy al servicio. De niño, cuando me iba a la cama, me daba miedo cerrarlos, me habían dicho que si me moría después de haber sido malo, aunque solo fuera por haber tenido un pensamiento impuro, iría al infierno. Y yo era muy malo (por lo menos “muy impuro” y no solo de pensamiento, otro día les hablo de mi amiga Fifi) por lo que me quedaba un buen rato con los ellos bien abiertos hasta que el sueño vencía al diablo. Ahora en cambio me da miedo abrirlos en mitad de la noche, no vaya a ser que luego no pueda volver a cerrarlos. Así que tratando de mantener lacrado el sueño con mis párpados, regreso y, a ciegas, me meto nuevamente en la cama. Finalmente Vaquero se transforma en un pequeño diablo que cala en mi cabeza y no para hasta lograr que yo mire la hora: las 4:33 anuncia Roxanne (le doy ese nombre porque a mi despertador le ocurre como la heroína de Police, la luz roja es su seña identificativa).

jueves, 3 de diciembre de 2015

Acordes: "Boys are back in town" de Thin Lizzy

Thin Lizzy
De nuevo resurgiendo de entre los muertos, vuelvo a hacer una aparición por este casi abandonado espacio. No voy a poner excusas y lamentaciones, que para eso se inventaron ya el facebook y los rellanos de la escalera. Sólo comentaré que con esta entrada pretendo reformular una sección que sí que estaba completamente desahuciada.
Cuando empecé el Blog, todo eran expectativas, y la idea de tener varias secciones además de los relatos, se me antojaba asumible. Un año después, y tras publicar solamente un puñado de entradas de cine y música, ambos apartados han quedado en el olvido.
Pero lo cierto es que estas dos aficiones siguen siendo mi mayor fuente de ideas a la hora de escribir. Concretamente, la música resulta especialmente inspiradora cuando me encuentro con los (habituales) periodos de musas perdidas. Por eso, me propongo (a mi ritmo lento habitual, no os creáis) ir colocando en esta sección esos relatos que, de alguna manera, están a caballo entre lo que es un relato y lo que es una canción.

Brevemente os cuento un poco el génesis de esta reformulación. Y es que, desde hace un tiempo, tengo un "juego" con mi amigo, Ángel Zurdo (del que os colgaré próximamente un divertido relato en el que se 'mete' con el que os escribe), en el que uno propone una canción y los dos escribimos lo que nos inspira. Hasta ahora han caído "A horse with no name" y "Riders on the storm". El relato que os traigo hoy es una 'evolución' de ese juego, más libre, sin que ninguno imponga una canción y que, además, lanzamos como reto al resto de escritores de la Agencia Tributaria (con algunos resultados muy interesantes). Espero que disfrutéis de este experimento.

*Nota: Al estar tan intrínsecamente relacionado con la canción "Boys are back in town" (Thin Lizzy, 1976), y en las sensaciones que al escucharla me transmite, os pediría que tratarais de leerlo escuchando la música. Tenéis el vídeo bajo estas líneas.



The boys are back in town  

Hoy me parece oír la música que invita a volver a casa,
época de acordes simples y melodías pegadizas.
Quizás es que ha pasado demasiado desde que nos saltábamos la clase.
El instituto acabó hace ya cien años,
pero hoy juraría que se vuelve a escuchar la campana.

Guess who just got back today?
Those wild-eyed boys that had been away
Haven't changed, haven't much to say
But man, I still think those cats are great
(¿Adivinas quién acaba de volver?
Aquellos chicos de ojos salvajes que habían estado fuera
No han cambiado, no tienen mucho que decir
Pero tío, sigo pensando que esos gatos son geniales.)






domingo, 1 de noviembre de 2015

Premios: "Soy el mejor del mundo mundial y que lo sepa todo el mundo"

¿Se hace "De guionista a cuentista" un harakiri?

Siempre he sido uno de esos que no sabe tener los pies en la tierra. No debería tener más de diez años y ya me estaba preparando el discurso para cuando recogiese el Óscar. Con el tiempo, lo he ido repasado muchas veces y le he ido añadiendo matices. Porque tenía clarísimo que ese día llegaría más tarde o más temprano. Vamos que de ego no andaba corto.
 

“And the winner is…” Todos rompiendo a aplaudir, conmovidos ante tal acto de justicia. Frente a la entregada audiencia cito a Kubrick, a Takeshi Kitano, y hasta me pego una marcada con Kurosawa. Y para rematar suelto algo así como "A todos los niños que creen que los sueños son imposibles, desde aquí os digo que sí, que se puede". ¡Toma discurso, Trueba!

Como veis, no tenía problema en dejarme crecer las alas. Pero tanto volar, el tiempo no hace prisioneros y te llena de piedras los bolsillos. Quizá por el peso, quizá por cinismo, me he ido dando cuenta de que no me viene mal bajar al suelo de vez en cuando, y aceptar que no soy Hitchcock reencarnado,  que no voy a tener a Spielberg pidiéndome autógrafos ni a la Scarlett Johansson persiguiéndome cual groupie rockera. Con esto no quiero decir que haya vencido mi egocentrismo. Ni mucho menos. De hecho, mi buen amigo AZG me ayuda de vez en cuando a centrarme, recordándome que no debo estar pendiente de si un relato se lee más o se lee menos. Una difícil lucha la de este hombre ante un caprichoso como yo. Bendito.