lunes, 2 de marzo de 2015

Relatos: MI MEJOR AMIGA

El próximo 8 de marzo es el día Internacional de la mujer. Con motivo del mismo me presenté con este relato a un concurso relacionado con el tema(por desgracia, de nuevo, no hubo suerte).

"Friendship" by Trina Alexander (CC BY-ND-NC)
Aunque me atraería el profundizar, al menos en el campo narrativo, sobre este asunto, no me voy a poner aquí a hacer una disertación de las múltiples barbáridades que pululan las librerías (Crepúsculo o a tres metros...). Simplemente desear, aunque sea un poco pronto, un felíz día a todas las mujeres, las cuales luchan día a día por hacer del mundo un lugar un poco más igualitario. Yo debo a mi madre el ser consciente del enorme camino que aún queda por recorrer en este tema. Que estamos en camino pero aún lejos de la meta.

Para ella, por supuesto, va este relato.

Espero que os guste.

Mi mejor amiga  
Escrito en febrero de 2015 escuchando "Just like a woman" de Bob Dylan

Nos conocimos un agitado primer día de rebajas.
En el instante en que Carla puso los ojos en mí, supe que saldríamos juntas de allí. Entre aquel caos de tirones y carreras por conseguir la oferta más suculenta, yo había caído al suelo y corría el peligro de acabar bajo alguno de aquellos tacones de filo asesino. Pero ella se acercó y me cogió con suavidad. Fue rodear sus brazos, notar el calor de su pecho, y sentir que ya nada podría separarnos.

Y es que, desde aquel primer momento, su presencia me dejó sin palabras. Era alta y de paso grácil; por sus hombros bajaban rizos cobrizos cual oro viejo y su boca parecía aún la de una niña, formando un pequeño cacahuete de carmín. Vamos, que con una sola mirada ya me quedé prendada.

Estaba claro que yo no tenía su porte ni su elegancia. A diferencia de mi nueva amiga, yo era bastante más corta, de piel oscura como el fondo de un océano. Aún así, ella nunca me hizo sentir poco agraciada, sino más bien todo lo contrario. A sus otras amistades les contaba, henchida de orgullo, que mi estilo desenfadado casaba a la perfección con su espíritu rebelde. Y en la intimidad de su habitación me susurraba que, cada vez que estaba conmigo, la hacía sentir la chica más atractiva del universo. Y claro, yo me moría de vergüenza y la abrazaba con toda la fuerza que me daban las costuras. A ella le encantaba sentir mi piel azabache sobre la suya y yo me dejaba acariciar por sus redondeadas caderas. Y cuando la observaba dormida, con una sonrisa dibujada en los labios, me inundaba una indescriptible sensación de bienestar.

Así, con el paso de los meses, ambas entendimos sin palabras que nos complementábamos a la perfección. Cuando yo me arrugaba, ella tiraba de mí para mantenerme firme, y cuando era ella la que se inundaba de inseguridad, yo la ayudaba a sentirse de nuevo la chica preciosa que sabía que era. Porque, aunque suene a falsa modestia, lo cierto es que siempre conseguía sacarle un tremendo partido a mi compañera. Que Carla era una mujer atractiva era una obviedad, pero gracias a mi pequeña ayuda pasó en poco tiempo a convertirse en el sueño húmedo de medio barrio. Cada noche que bajábamos a la discoteca, todas las miradas se posaban en nosotras, y yo disfrutaba viendo la cara de satisfacción de mi amiga; le gustaba sentirse atractiva y no sentía vergüenza por ello. Éramos un equipo imparable.

Pero entonces llegó Emilio.

Al principio todo fue a las mil maravillas. Carla llevaba tiempo buscando a alguien como él. Hacía bastante que los ligues de fin de semana poco le aportaban, más allá de la fugaz satisfacción de sentirse deseada y el dolor de cabeza posterior que provocaba librarse de ellos de la manera más delicada posible. Por eso, cuando aquel chico apareció, me alegré enormemente por ella. Era consciente de que cabía la posibilidad de que aquello supusiera que nuestras salidas conjuntas fueran menos frecuentes, pero no podía importarme menos. Por fin encontraba a alguien con quien compartir toda la alegría que tenía dentro, y eso me llenaba de dicha.

Emilio resultó ser un hombre detallista que aprovechaba cualquier momento para estar pendiente de mi amiga. A ella le había seducido la gracia natural del chico, con su pelo descuidado y sus ojos alegres, pero había sido su aparente facilidad para hacerla reír lo que había terminado de derribar las murallas. Entre las sábanas habían jugado, eufóricos como chiquillos, hasta creerse enamorados como dos lunáticos.

Durante aquellos primeros meses de su relación se podría decir que, a él, yo le agradaba. De hecho, solía decirle a Carla que me llevara a las fiestas a las que asistían. Había veces que incluso parecía que me miraba más a mí que a su novia. Aunque a Carla no parecía importarle. Para ella, que me mirase a mi era como si la mirase a ella. A Emilio le confesaba que, desde que me había conocido, tenía la sensación de ir desnuda si no iba conmigo a determinados sitios.

Así que, como en las historias infantiles, las cosas parecían seguir el rumbo marcado del felices para siempre. La relación que manteníamos los tres parecía estar en un perfecto balance, que yo creía que nada podría romper. Pero el tiempo, maquiavélico y turbio, se encargó de quitarme la razón.

A decir verdad, no estoy segura cuando empezó a torcerse. Sí que recuerdo algunas veces ver a Carla entrar alterada en la habitación. Incluso hubo una vez que la vi especialmente desencajada. Tenía el rostro inundado y ahogaba los gemidos contra la almohada. No le di entonces importancia, pues la había visto triste muchas veces antes, por lo que supuse que pronto recobraría la alegría que tanto me gustaba ver.

Para entonces, Emilio ya me miraba con otros ojos. Poco tiempo habría de pasar hasta que empezó a decirle a Carla que salir conmigo la hacía parecer una buscona. ¡Cómo se atrevía a insinuar semejante cosa! Aquel ingrato no podía imaginar lo que nos habíamos hecho sentir la una a la otra. Deseé con rabia tener las fuerzas suficientes para plantarle cara, pero no me quedaba más opción que confiar en el buen criterio de mi chica. Sí había alguien capaz de no dejarse amedrentar era Carla. Si el príncipe azul se había vuelto rana era el momento de pegarle un buen zapatazo.

Pero pronto me di cuenta de que mi amiga no parecía tener la fortaleza de antaño. Desde donde estaba no me quedó más remedio que ver como ella bajaba la cabeza y dejaba que aquel tipo la insultara. Y cada día, un poco más, fui siendo testigo como mi querida compañera empezaba a creerse las palabras que el le recitaba, aquellas en que le decía que era suya, y que no necesitaba a nadie más en su vida salvo a él. Por supuesto, yo era uno de los múltiples factores que se quedaba fuera de la ecuación planteada por el recién descubierto energúmeno.

Y en mi impotencia sólo pude ir comprobando como, con el paso de las hojas del calendario, la luz de Carla se fue apagando y las risas que habían inundado la casa se fueron para no volver.

Y aquí me hallo, escondida en el fondo del armario, en el día de su primer aniversario. Aunque un día fui su prenda favorita, el vestido que la hizo sentirse especial, ahora no soy más que un trapo abandonado que sueña cada noche con la imagen que el espejo nos devolvía. Nunca la vi tan guapa como cuando me llevaba puesta.
 

Ahora viste con ropa ancha y gris y sus labios, como si fuesen una extensión de esa ropa tan aburrida, hace tiempo que no se doblan en una sonrisa. Cada vez que abre el armario, una mueca de amargura se le dibuja en el rostro. No sé si es porque me adivina oculta tras las camisas o porque ni siquiera sabe ya donde estoy.

Me gustaría darle un abrazo como los de antes, decirle que la entiendo, que sé que ella cree que es amor. Y darle la fuerza que necesita para quitarse las cadenas que ahora lleva.

Pero mientras él siga viviendo en esta casa sólo me queda esperar aquí encerrada, recogiendo polvo, acumulando olvido.
 

20 comentarios:

  1. Como ya comenté en su día, un relato espectacular, ingenioso y muy bien narrado. Das un enorme giro que deja con la boca abierta. Buenísimo.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado, sobre todo el giro final, es totalmente inesperado. Muy bueno. Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. He llegado a tu blogg, a este relato a través de la recomendación del texto por parte de un amigo de letras, le doy las gracias a él y a ti mi enhorabuena, un cuento fantástico y sorprendente, muy bien narrado y con un final que justifica el resto de una manera increíble, saludos!

    ResponderEliminar
  4. Gran final inesperado. Me gustan los relatos así. Sé quién eres ,jejeje. Me alegra verte por aquí, apenas entro ya en tusrelatos :) Un abrazo
    P.D.: Creo que iré a buscar uno de esos trapitos de hace diez años a mi armario

    ResponderEliminar
  5. Gran relato Alejandro. Como ya te comenté tienes gran talento para dotar de vida propia a objetos inanimados. Muy bien escrito, con la fluidez que acostumbras. Saludos!!

    ResponderEliminar
  6. Gracias por el relato y la dedicatoria. Me ha encantado y sorprendido cómo plasmas en tan poco espacio tanto sobre este tema tan, tan complejo y terrible

    ResponderEliminar
  7. Gracias a todos por los comentarios. Me alegro que os guste este relato que, para mi, fue casi un experimento. Y es que todo lo que baje de tres folios me es un reto, porque si no me ando por las ramas no me quedo a gusto. Complejo de Tarzán será.

    ResponderEliminar
  8. La primera que leí este relato, me quedé muy sorprendida del final, que desde luego, no me esperaba. Esta vez, que sabía lo que me iba a encontrar, ha sido como leer una historia diferente igual de fascinante que la primera. Eso dice mucho de lo buen escritor que eres. Un abrazo, Alejandro

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Ana por los cariñosos comentarios. Que me hayas leído dos veces me sonroja hasta el exceso. Pero vamos, que buena eres tú (a los hechos me remito).

      Eliminar
  9. Lo leí en su momento, y ahora le he pillado más detalles. Tus historias tienen fondo, y qué amargo me resulta el final aun tratándose de algo inanimado. Plasmas, y juegas con el alma sin dañarla; todo lo contrario.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Juanse. No es este uno de mis relatos preferidos (malditas restricciones de longitud de los concursos!!!), pero si me gustó mucho la idea subyacente y la forma de contarla. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.

      Eliminar
  10. Un relato perfecto. Sin trampa. Porque aunque el final sorprende, no te has sacado ningún conejo de la chistera. Si se vuelve a leer se aprecian las pistas que vas dando y piensas: ¡ostra, es verdad! ¿cómo no me he dado cuenta?
    Enhorabuena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Sue. Una alegría que hayas descubierto el sitio. Me satisface mucho que comentes lo del final, porque yo no soporto lo que tu dices, los relatos basados únicamente en la sorpresa final. Es cierto que, un final inesperado, puede tener su gracia, y de hecho en los relatos cortos son hasta casi necesarios, porque no estás contando nada más, pero a mi no me gusta que no estén justificados. Normalmente, incluso trato de evitarlos, aunque en algunas ocasiones como ésta sí he recurrido a ellos, mas tratando de que no fuesen una excusa para no cuidar el resto del relato. Me ha puesto muy contento que lo notases, compañera. En cuanto pueda, te devuelvo la visita. Un saludo.

      Eliminar
    2. Es lo que distingue un buen relato de otro que no lo es tanto. :)
      Un abracico.

      Eliminar
  11. Acabo de ver tu estreno en Lieratta (lo del twitter es fantastico) y no sabes la ilusión que me ha hecho.Poco a poco te tiene que ir llegando el reconocimiento que mereces y esto es una muestra. Por cierto, muy bien elegidos los dibujos que acompañan el texto, muy elegantes.Un abrazo, literato.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Rafa. A mi también me hizo mucha ilusión. Son esos golpes de suerte que a veces llegan, porque lo de publicitarme no es lo mío.
      Un abrazo y espero el próximo tuyo con impaciencia.

      Eliminar
  12. Qué cuento más bonito, Alejandro ¡Qué bonito! Y cuántas cosas encierra. Maravilloso para un día de la mujer

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, anónimo/a. Me alegra que lo apreciaras y especialmente que lo veas adecuado para la fecha en cuestión.

      Eliminar