lunes, 19 de octubre de 2015

RELATOS: TANDA DE PENALTIS

Hola de nuevo. Ha pasado muchísimo desde la última publicación. Como me voy quedando ya sin disculpas en la
"Goal" by Tom Beardshaw (CC BY-NC-SA)
recámara, esta vez sólamente os dejaré con el relato, que para eso entráis en el blog.

Eso sí, como cada vez estoy publicando menos (ya me he quedado casi sin relatos antiguos y hay que dosificarlos), os pediré que, a los que estais interesados en seguir el blog, quedad atentos a facebook, twitter o google+.

Sin más os dejo con un relato que escribí hace ya  tres años. Si lo hubiese hecho ahora, creo que habría quedado bastante distinto. Pero, bien pensado, puede que entonces tuviese más frescura, menos cortapisas a la hora de sentarme a escribir.
Se trata de una historia de chavales, de esas que tanto me gusta contar. Fácilmente podéis asociarla con "Comando Willy" o "Philippe Marcel". Espero que la disfrutéis. Intentaré que el próximo relato tarde menos en llegar.

Un abrazo y mil gracias por leer y comentar (y por compartirlo, que siempre viene bien ;).

Tanda de penaltis                                                        Escrito en noviembre de 2012
Un golpe seco hizo retumbar la puerta del garaje. La redonda mancha de agua goteando sobre el negro metal no dejaba lugar a dudas, era un diez como una catedral. El mamón había vuelto a ganar.

Mientras Lucas lo celebraba con su clásica “quitada de camiseta y vuelo a lo avión”, cogí el balón de gomaespuma y me dispuse a lanzar de nuevo.


El juego consistía en meter bien en el charco la pelota para que empapara y lanzarla a la escuadra de la improvisada portería. Quien más cerca quedara de la esquina, más puntos sacaba. La mancha determinaba el lugar, como la equis que marca el lugar del tesoro. No se necesitaban porteros, más que nada porque ninguno quería ser nunca portero y nos habíamos hartado ya de discutir sobre el tema.
Sí estábamos de acuerdo en la indumentaria: los dos llevábamos, por supuesto, nuestras camisetas del Barça. La mía ni siquiera era la del equipo, sino que era de un morado gastado, cómo un chicle de cola demasiado masticado. Si no llega a poner Barcelona en el medio, podía haber pasado por la de cualquier otro equipo. La suya sí que era la buena, escudo cosido, colores vivos azul y rojo, y el número diez, que creo que llevaba un brasileño (del que nuestro colega Fede contaba que marcaba tantos goles como fiestas a las que iba).


Éramos el futuro de nuestro equipo esperando a ser descubiertos.